En un planeta apremiado por los cambios climáticos y en el que las emisiones avanzan más rápido que los protocolos, la energía nuclear se posiciona como alternativa a los combustibles fósiles. En 2021 había 437 reactores funcionando en 32 países, que abastecían el 10% de la electricidad total generada en el mundo. Actualmente, más de 50 usinas en construcción podrían aumentar la participación nuclear en el mapa energético en un 20%.
El Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), una agencia de las Naciones Unidas que promueve el uso de la energía nuclear con fines pacíficos, señaló en su último informe que la meta es triplicar la capacidad generadora para 2050. Durante la explotación, las centrales nucleares apenas emiten gases de efecto invernadero. Según la Asociación Internacional de Energía (AIE), el empleo de energía nucleoeléctrica ha reducido las emisiones de dióxido de carbono en más de 60 gigatoneladas en los últimos 50 años, lo que equivale a casi dos años de emisiones relacionadas con la energía a escala mundial.
“Los beneficios son claros: la energía nuclear es una fuente limpia, no emite gases de efecto invernadero y es extremadamente eficiente. Un pellet de uranio puede generar la misma energía que una tonelada de carbón, lo que habla de su enorme potencial en el contexto de la transición energética”, explicó Julián Gadano, exsubsecretario de Energía Nuclear de la Nación y docente de la Maestría en Desarrollo Energético Sustentable del Instituto Tecnológico Buenos Aires (ITBA).
La generación nucleoeléctrica representa entre el 6 y el 8% de la generación eléctrica de Argentina.
Dicho esto, continúa Gadano, “algunos procesos, como la minería del uranio o la construcción de las centrales, tienen impacto ambiental pero, en general, su huella es menor en comparación con otras fuentes de energía tradicionales. Las nuevas tecnologías, como los reactores modulares pequeños, también ayudan a hacerla más segura y sostenible”.
Estados Unidos es el mayor productor mundial de energía nucleoeléctrica. Actualmente, tiene 90 reactores en funcionamiento, que cubren el 20% del total de su consumo eléctrico y alimentan a más de 72 millones de hogares.
Francia y China siguen en la lista de mayores productores, con un promedio de 50 centrales cada uno. China quiere aumentar la apuesta con la construcción de 29 nuevos reactores y un ambicioso proyecto para transformar los residuos radiactivos en combustible y no depender de la extracción de uranio.
Plan argentino
Argentina tiene tres centrales nucleares: Atucha I y Atucha II, ambas en el mismo complejo en la localidad bonaerense de Zárate; y Embalse, en Río Tercero, Córdoba. Actualmente sólo operan estas últimas dos. Atucha I no está operativa porque finalizó su primer ciclo de vida y requiere un proceso de extensión, algo similar al que se realizó con la central de Embalse durante la gestión de Gadano, entre 2015 y 2019.
La energía que producen Atucha y Embalse se utiliza para cualquier necesidad eléctrica. “Las centrales nucleares generan energía que se incorpora al SADI (Sistema Argentino de Interconexión), a la red nacional. Es decir, cuando alguien enciende la luz, toma energía que puede provenir de una central nuclear, entre otras fuentes”, agregó Gadano.
“En lo que respecta estrictamente a energía, la generación nucleoeléctrica representa entre el 6 y el 8% de la generación eléctrica de Argentina.”
El 20 de diciembre el Gobierno presentó su propio plan nuclear, respaldado por la OIEA. Para eso, piensa construir una cuarta central nuclear en la Patagonia pensada para abastecer de energía a la zona y potenciar las inversiones de firmas dedicadas a la inteligencia artificial (IA), que podrían instalarse en la región. La elección no es casual: la IA se convirtió en el gran demandante de energía a nivel mundial, es el principal cliente de generación nucleoeléctrica en el mundo y es un hub que puede permitir pagar las tarifas nucleares, todavía mucho más caras que las fósiles.