Bitcoin: No debe ser ignorado por bancos I
Informe: primera parte Si bien se trata de una amenaza aún muy lejana, claramente representa un riesgo para las entidades financieras que permanezcan ajenas a la novedad. Resulta aventurado siquiera sugerir que algún día podrán sustituirlas como procesadoras de pagos, pero se trata de un nuevo canal que tiene un atractivo potencial que debe ser […]

22 Jul, 2016

Informe: primera parte

Si bien se trata de una amenaza aún muy lejana, claramente representa un riesgo para las entidades financieras que permanezcan ajenas a la novedad. Resulta aventurado siquiera sugerir que algún día podrán sustituirlas como procesadoras de pagos, pero se trata de un nuevo canal que tiene un atractivo potencial que debe ser tenido en cuenta.

Las monedas virtuales comienzan a interponerse ante los tradicionales sistemas de pago ejecutados por los bancos y los administradores de tarjetas. En la serie de artículos que se inicia en esta edición, se analiza la amenaza que plantean a un sistema financiero que hoy se encuentra en plena crisis de crecimiento o de transformación.

La prueba ácida que debe superar cualquier moneda requiere una respuesta solvente para tres cuestiones básicas: en primer lugar, debe convertirse en una unidad de cuenta que uniforme y facilite el registro de una transacción como fiel reflejo de su existencia y real valor; en segundo lugar, debe ser aceptada sin ningún tipo de reparo o condicionamiento por todos aquellos involucrados en su ámbito y; en tercer y último lugar, debe servir como reserva de valor, es decir, debe tener un precio que permanecerá estable en el tiempo, es decir, que en cualquier momento podrá ser intercambiada por otro tipo de bien que se admita como equivalente.

Obviamente, estas condiciones son cumplidas por las monedas propias de cada país, sujetas a la emisión y control por parte de las distintas autoridades gubernamentales específicas, tales como los bancos centrales o las tesorerías nacionales. En cambio, la realidad actual presenta un escenario alternativo a través de la creación de nuevas monedas dependientes de los recursos y posibilidades de la tecnología informática, que presentan como característica principal y diferenciadora su intangibilidad y descentralización. No existe un organismo supervisor que las reglamente y supervise.

Es el caso de las monedas virtuales, cuya creciente aceptación comienza a interponerse ante los tradicionales sistemas de pago ejecutados por los bancos, en primer lugar y luego, subsidiariamente, por los sistemas administradores de tarjetas.

Hasta hace unos pocos años, estos canales eran el mecanismo excluyente al que era necesario recurrir para concluir una operación comercial o financiera. Hoy puede soslayarse la intervención del sistema financiero formal como intermediario entre cobradores y pagadores, ya que estos aceptan relacionarse recurriendo a una versión electrónica de papel moneda para concretar sus negocios. Esto afecta directamente a un sistema financiero que hoy se encuentra en plena crisis de crecimiento o de transformación, según sea el ángulo desde el que se enfoque su condición. Por consiguiente, no se trata de un asunto menor.

Es evidente que las monedas virtuales se han legitimado, lo que explica y justifica su presente expansión. Han reducido el desconocimiento inicial y la volatilidad de su precio, lo que facilitaba su componente especulativo. Sin embargo, permanece la ambigüedad regulatoria, que permite fraudes y operaciones ilícitas.

Es necesario remarcar, aunque resulte obvio, que la existencia de estas monedas no es material, aunque a través de ciertos mecanismos es viable su compraventa convirtiendo su valor en su equivalente en dinero tangible de curso legal.

Estos medios de pago virtuales pueden ser clasificados como de emisión centralizada o descentralizada. Los primeros tienen una marca comercial que los identifica y los asocia indisolublemente con un administrador, generalmente un retailer, fintech o proveedor tecnológico. Han sido diseñados para favorecer la relación bilateral con clientes o usuarios cautivos. Se asegura así el registro unificado de las transacciones, que deben ser de una magnitud tal que justifique los costos de su creación y de la economía operativa. Son ejemplos de este tipo los facebook credits, las amazon coins, las stars de Starbucks o las que ya se encuentran desarrollando los grandes bancos sistémicos, por caso el citicoin, la propia moneda digital de este banco (Citi).

Algunas entidades financieras han advertido las ventajas de contar con una moneda universal que permita la compensación uniforme de los fondos generados por la actividad de su red internacional de sucursales y subsidiarias.

Por el lado de las monedas de emisión descentralizada, encontramos también numerosos ejemplos, como peercoin, litecoin, dogecoin y muchas otras, aunque de escasa relevancia todas ellas, ya que han sido eclipsadas por el bitcoin, que ha impuesto una primacía indiscutible. Este último ha logrado el máximo galardón, al satisfacer todas las condiciones que pueden exigírsele a una moneda: es aceptada cada día por una mayor cantidad de proveedores y comerciantes, los que, además de demostrar que están a la altura de los tiempos, descubren que pueden extender el alcance de sus prestaciones y obtener ventajas promocionales y operativas.

Los comerciantes han comenzado a encontrar las razones que justifican su aceptación, ya que ofrece una significativa reducción de los gastos y trámites al compararla con los medios de pago convencionales. Hoy, en algunas ciudades de Europa es posible ver en las vidrieras de los negocios los stickers de bitcoin junto a los de las mayores tarjetas.

Una amenaza lejana pero real

Si bien se trata de una amenaza aún muy lejana (se calculan unas 100 mil operaciones diarias contra las 200 mil por segundo de Visa), claramente representa un riesgo para las entidades financieras que permanezcan ajenas a la novedad. Resulta aventurado siquiera sugerir que algún día podrán sustituirlas como procesadoras de pagos, pero se trata de un nuevo canal que tiene un atractivo potencial que debe ser tenido en cuenta.

La lógica de su funcionamiento actual se sustenta en los llamados exchanges, mercados on line que resultan ser foros utilizados para registrar las operaciones e intercambiar el numerario de uso común por la moneda digital. Éstos, luego del fraude, quiebra y prisión del titular de Mt. Gox, un gran exchange con sede en Tokio, se han estabilizado en virtud del efecto causado por la dinámica propia de cualquier mercado.

Otros exchanges han cesado sus actividades, aunque ya no por fraude (Yacuna, Vault of Satoshi, Harborly). También han caído, por el mismo tipo de razones técnicas, empresas de minería (BTC Guild, Mining Asics, GAW) y de crowdfunding (Swarm).

Los exchanges sólo conectan las puntas vendedoras y compradoras, pero no fijan ni intervienen en el precio. El precio de referencia usado internacionalmente es el que informa Bitstamp desde Londres. Las particularidades de estos agentes de cambio determinan el bajo costo por transacción en relación con los restantes métodos de pago. Todos conocen los altos costos de una transferencia bancaria o de un pago con tarjeta, los cuales no tienen comparación con la comisión significativamente menor al 1% que se abona en este criptosistema.

Se agrega otra ventaja adicional, también importante, pues la celeridad con la que se cierra una transferencia de fondos requiere un reloj con un buen minutero, en lugar del calendario que se hace necesario para medir la demora cuando intermedia una entidad financiera, aun la más eficiente.

En la próxima edición se continuará enumerando las ventajas de estas monedas virtuales pero también los inconvenientes que presentan, que provienen de su falta de identidad jurídica y del anonimato que conlleva su propia condición.

Este artículo fue elaborado por Consultores Bancarios Asociados

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