Desafío de la banca en la sombra II
Informe: segunda parte Los operadores financieros que desarrollan sus actividades por afuera de los circuitos regulados plantean un desafío importante para los bancos de cara a los próximos años. En la serie de artículos que se completa en esta edición se analiza quiénes son y qué hacen estos operadores y porqué deben ser seguidos con […]

17 Nov, 2016

Informe: segunda parte

Los operadores financieros que desarrollan sus actividades por afuera de los circuitos regulados plantean un desafío importante para los bancos de cara a los próximos años. En la serie de artículos que se completa en esta edición se analiza quiénes son y qué hacen estos operadores y porqué deben ser seguidos con atención por los jugadores tradicionales.

Las nuevas empresas financieras con un sesgo tecnológico no se encuentran sujetas a trabas legales y normativas, y además tienen una gran capacidad para recurrir a los nuevos instrumentos y procedimientos resultantes de la amalgama de innovaciones y recursos informáticos y comunicacionales. Desde la perspectiva actual, esto se percibe como un valor añadido real y no sólo como una copia de la operatoria bancaria habitual. Ellas son el actual motor de la banca en la sombra, ahora despojada de cualquier connotación clandestina.

Esto constituye un desafío ante el cual los bancos no han podido articular una respuesta coherente. Aún no se han decidido por la alianza o la confrontación. Según las múltiples encuestas que abordan estos asuntos, el 90% de los ejecutivos bancarios coincide en que se evoluciona hacia un sistema digital, aunque sólo un 15% reconoce que se ha puesto a administrar activamente este tránsito. Sin embargo, admiten que en los próximos 5 años perderán no menos del 25% del negocio actual. Asimismo, el 30% mantiene algún contacto con una empresa fintech, mientras que un 25% reconoce no tener ningún contacto con esta nueva estrategia.

La tecnología informática, la facilidad de acceso, un enfoque diferente del marketing y los costos diferenciales están colocando al usuario de los productos y servicios bancarios ante un cambio dramático que transformará radicalmente los usos y costumbres que en el pasado lo relacionaban con las entidades financieras. Por lo tanto, para retener o recuperar esa conexión basada en la confianza y la fidelidad, será necesario desarrollar y ofrecerles alternativas que satisfagan las nuevas expectativas.

En este sentido, como señalan los diversos estudios, más del 50% de los usuarios de servicios financieros coinciden en que han modificado la percepción positiva que tenían de los bancos y han actuado en consecuencia o lo harán en un futuro inmediato.

A su vez, para desplazar siquiera en una parte significativa a la banca tradicional, las fintech deberán afrontar algunas cuestiones no tan fáciles de resolver. Las encuestas y relevamientos conocidos hasta el momento enumeran algunas de ellas. En primer lugar, tendrán que dejar atrás la esencia misma de cualquier novedad, de la que son inherentes la desconfianza sobre su calidad y el desconocimiento respecto a su correcto uso. Si bien esto no constituye un impedimento mayor para los jóvenes consumidores digitales, y directamente no será relevante para la próxima Generación Z, aún queda un largo camino a recorrer para que esta tendencia, indudablemente en crecimiento, logre una aceptación masiva de los beneficios y la confiabilidad de la prestación.

Un aporte considerable para consolidar este objetivo es el movimiento mundial para desactivar el efectivo como medio de pago y reemplazarlo por aplicaciones tecnológicas.

También se deberá superar el temor, del que participan aún los nativos digitales más informados en la materia, a las fisuras que eventualmente puede presentar la seguridad informática, lesionando así sus activos y su identidad. Es en esta área donde las entidades financieras que se encuentran desarrollando esta banca innovadora, y aun las mismas empresas fintech, deben emprender una amplia labor pedagógica para explicar los posibles riesgos y las medidas que se han tomado para contrarrestarlos.

Por otra parte, uno de los mayores atractivos de estas nuevas modalidades es que facilitan un acceso inmediato e irrestricto a los servicios y productos bancarios y financieros. Ello exige que sean simples y fácilmente comprensibles, lo cual puede contraponerse con la complejidad de aquellas operaciones que van más allá de un depósito, un crédito de menor cuantía o una transferencia entre cuentas. Conciliar ambas exigencias será, sin duda, una tarea que demandará ingentes esfuerzos para llevarla a buen puerto.

Esto quiere decir que habrá que abandonar los formularios extensos, con infinidad de cláusulas, en algunos casos abusivas, para cubrir cualquier contingencia (la habitual “letra chica”), sin que ello fisure la protección legal del riesgo y que proteja los derechos del consumidor desde la perspectiva de la legislación y la jurisprudencia actuales.

Además, sobre este tipo de operaciones pende la amenaza de la incertidumbre regulatoria, ya que los emprendimientos no sujetos al Comité de Basilea carecen de un encuadre normativo que provea un amparo legal, y consecuentemente judicial, ante cualquier intento de impugnación o tergiversación de los acuerdos pactados, generalmente informales, que regulan la relación entre las partes.

Asimismo, las fintech carecen del resguardo de una marca o, por el momento, de una trayectoria verificable, aspectos que constituyen un aporte considerable para consolidar la confianza y fidelidad necesarias para construir un vínculo estable que supere la etapa de las pruebas iniciales.

Aquí aparece el riesgo de contraparte en el que incurren los innovadores tecnológicos que, a diferencia de los bancos, sólo pueden mostrar un marco legal impreciso, referencias un tanto difusas y dificultades para comprobar la calidad de su trayectoria anterior. Aunque es cierto que los usuarios adherentes a las nuevas finanzas confían más en contrapartes anónimas que en entidades institucionalizadas, sin que les preocupe la falta de la cobertura que brinda la garantía de los depósitos.

De todos modos, se sabe que en un futuro cercano las fintech verán restringida su libertad actual, pues los reguladores las obligarán a aceptar un marco normativo al que deberán ceñirse.

En este aspecto se ha adelantado la Unión Europea, cuyos organismos especializados se encuentran elaborando una directiva para encuadrar los servicios de pago virtuales, tanto nacionales como comunitarios. También el Fondo Monetario Internacional ha adelantado que controlará el sistema financiero paralelo.

Sea como fuere, resulta evidente que la banca formal está siendo atacada en uno de sus flancos más rentables. Se está construyendo un nuevo sistema digital que se regirá por criterios inéditos y aún insuficientemente encuadrados y comprendidos. El enfoque estará centrado en el cliente, esta vez de verdad y no como una apelación promocional.

Hay que comprender que la relación entre los clientes y los bancos se ha debilitado, debido a la acción de ágiles competidores no bancarios que han comenzado a dominar los sistemas de pago, los préstamos y los depósitos menores y, sobre todo, la adhesión del usuario. El sistema financiero formal debe entender el nuevo escenario en el que actuará y posicionarse en consecuencia.

Este artículo fue elaborado por Consultores Bancarios Asociados

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