Resulta muy difícil hacer un pronóstico del país y del escenario político para el 2025. En primer lugar, por la dinámica de la coyuntura que cambia semana a semana y más aún por tratarse de un año electoral. Pero, sin duda, resulta clave para esta tarea el devenir de la relación entre LLA y el PRO, es decir, si se calman las aguas hasta confluir en una alianza o si la tensión actual lleva a una ruptura sin retorno. Actualmente esta relación atraviesa uno de sus momentos de mayor fricción, pero la relación pendular entre estas dos fuerzas políticas y su naturaleza de idas y vueltas también permiten pensar en una nueva etapa de acuerdos.
Este escenario actual es el resultado de la fallida sesión por ficha limpia, atravesada por el pliego de los jueces de la Corte y la eliminación de las PASO, marca una ruptura que podría significar el fin del respaldo político que le dio el partido de Mauricio Macri al Gobierno durante todo el 2024, y que constituye una pieza clave en la ingeniería que dotó de gobernabilidad a la gestión Milei, por el respaldo parlamentario para sus iniciativas, con la Ley Bases a la cabeza.
En otras palabras, el aporte del PRO fue fundamental para la implementación del programa económico de Milei, cuya gestión mantiene altos niveles de adhesión, a pesar de la naturaleza, por momentos cruel, del ajuste. Si bien existen distintas miradas sobre la performance del programa económico, existen datos contundentes referidos a la estabilidad, específicamente a la reducción de la inflación, que le darían un margen de crédito y una ventaja al Gobierno de cara al 2025. Quizás otros aspectos de la economía, como reducción del déficit y el celebrado superávit, enfrentan voces más críticas que señalan una operación de cosmética financiera como principal instrumento, ya que permite llegar a los números deseados sin contemplar en la suma final deudas e intereses.
La tensión también podría configurar un escenario donde los protagonistas excluyentes serían Javier Milei y Cristina Fernández de Kirchner. En el caso del Gobierno, por la ampliación de bancas en diputados y en el Senado, y en el caso de Cristina, por consolidarse como la principal figura opositora.
Quizá la principal preocupación y la gran duda con respecto al 2025 es si el Gobierno va a lograr mantener en el camino su lucha contra la inflación, punto neurálgico del contrato electoral y principal insumo para su base de adhesión.
En otras palabras, podemos decir que el éxito o el fracaso de Milei están atados a la inflación, que está, a su vez, sujeta a variables cuyo costo, o sacrificio, la sociedad parece estar dispuesta a soportar. Si esta política económica continúa en esta línea, podemos vislumbrar un 2025 muy positivo para el Gobierno, pero si encuentra dificultades, es decir, fuertes resistencias de parte de la sociedad, puede afectar su imagen en la opinión pública, que constituye su principal activo. Un escenario así podría representar grandes problemas para el Gobierno, pero sobre todo para el país. Como siempre, la pelota está en el aire, y en las sociedades pendulares el futuro es tan incierto como incómodo.
En resumen, podemos pensar que el 2025 será un año muy positivo para el Gobierno. Sin embargo, las tensiones con el PRO, su principal aliado, pueden colocarlos en una situación de mayores dificultades, al otorgarle otro rol al principal partido opositor.
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