Varios economistas sugieren que la combinación que hace el Gobierno entre una política monetaria contractiva y una política fiscal no contractiva no es una “buena mezcla”. Sugieren una política monetaria menos dura y una fiscal más dura. Pero la estanflación plantea dilemas más serios que esa discusión. Lo esencial para comenzar a salir de ella no es un tema de mezclar instrumentos, sino de priorizar objetivos.
La herencia económica recibida por la actual administración fue muy mala. En el período 2012 a 2015 el país se introdujo en lo que la macroeconomía moderna considera el peor de los mundos: la estanflación. Esto es, la combinación inusual de estancamiento o recesión con inflación muy alta. Mientras en el 2011 el país logró crecer un 6%, desde entonces y hasta el año pasado, en cuatro años, el PBI total sólo creció un 1,2% y el per cápita cayó un 3,2%. A su vez, la inflación se movió en niveles anuales con pisos del 25%, alcanzando en 2014 un pico del 35%.
En la estanflación, los dos grandes instrumentos de política macroeconómica contracíclica que se desarrollaron después de John Maynard Keynes (la política monetaria y la fiscal) entran en un tembladeral. Literalmente no se sabe qué hacer, cualquiera sea la dirección que se pretenda imprimir a cualquiera de las dos. Siempre el intento de avanzar en un frente del problema connota el riesgo de retrocesos en el otro.
En este momento se está discutiendo bastante sobre cuál es la mezcla mejor entre los dos instrumentos contracíclicos indicados. Varios economistas sugieren que la combinación que hace el Gobierno entre una política monetaria contractiva y una política fiscal no contractiva no es una “buena mezcla”. Sugieren una política monetaria menos dura y una fiscal más dura. Pero la estanflación plantea dilemas más serios que esa discusión. Lo esencial para comenzar a salir de ella no es un tema de mezclar instrumentos, sino de priorizar objetivos.
Estados Unidos, en su difícil proceso de salida de la estanflación, entró repetidamente en el error de no jerarquizar uno de los dos objetivos. Un ejemplo conspicuo fue la administración de James Carter (1977-1981) que intentó atacar el frente estancamiento con activismo fiscal (aumentos del gasto público), mientras atendía el frente inflación con políticas de ingresos (acuerdos o pautas voluntarias de ajustes de precios y salarios). El intento terminó fracasando, con más de 7% de desempleo y más de 13% de inflación. Sólo cuando Paul Volcker, el titular de la Reserva Federal, decidió priorizar el frente inflación, aunque con un costo importante en el corto plazo en términos de actividad, comenzó efectivamente la salida de la estanflación.
Creemos que en nuestro caso actual, al menos para el Banco Central, en el punto de partida, afortunadamente, la prioridad está fijada: el primer objetivo es la estabilidad de precios. Como consecuencia, la política monetaria también ha quedado fijada: se han establecido metas de inflación y esa política se ajustará según si la inflación observada y las expectativas sobre ella coincidan o no con esas metas.
En el sendero de salida de la estanflación priorizar uno de los frentes de salida no significa olvidar el otro. Por el contrario, después de todo, el objetivo mediato es el de salir del estancamiento y la recesión; y es la política fiscal la que puede colaborar en el logro de este objetivo. Nuestra situación estanflacionaria se originó en la existencia de fuertes shocks negativos de oferta agregada. El principal de estos shocks ha estado, nuclearmente, en lo fiscal: gran aumento del gasto público improductivo y gran aumento de los impuestos reales (incluido el inflacionario) sobre personas y empresas. Se trata de un verdadero prototipo de shock de oferta negativo, generando, en el sector privado de la economía, aumento en los costos de producción (inflación) y recesión. Si tal shock negativo fue el origen del problema, particularmente del componente estancamiento y recesión de la estanflación, el aporte fiscal a la solución debe estar en hacer lo contrario, es decir propiciar un shock positivo de oferta agregada sobre el sector privado de la economía. Esto se logra reduciendo, agregadamente, impuestos.
Las autoridades económicas han hecho bien lo principal para salir de la estanflación. Se ha priorizado el frente antiinflacionario del problema, lo cual debe ser lo correcto según la experiencia de las más importantes salidas exitosas. Además, de concretarse el éxito en este frente, la estabilidad constituirá por sí misma un formidable shock positivo de oferta agregada. Sin embargo, en el frente fiscal parece necesaria una reorientación fuerte de la dirección actual.