Las perspectivas económicas del 2017
El 2017 arranca con las elecciones de medio término en el horizonte, un evento que condicionará la gestión económica de un gobierno que continúa lidiando con una pesada herencia y que, si bien ha avanzado en el reordenamiento de la economía, todavía enfrenta enormes desafíos, en un contexto internacional que se puede complicar si el […]

15 Ene, 2017

El 2017 arranca con las elecciones de medio término en el horizonte, un evento que condicionará la gestión económica de un gobierno que continúa lidiando con una pesada herencia y que, si bien ha avanzado en el reordenamiento de la economía, todavía enfrenta enormes desafíos, en un contexto internacional que se puede complicar si el nuevo presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, avanza con algunas de sus promesas de campaña.

Luego de un 2016 con una caída del PBI del orden del 2,8% y una caída sostenida de la industria, los economistas coinciden en que durante 2017 se volverá a una senda de crecimiento de entre un 2 y un 3,5%. El economista Pablo Rojo pronosticó que “la tasa de crecimiento va a estar entre un 3,3 y 3,5%. Vamos a ver los efectos del programa de obra pública, que tuvo un gran retraso en 2016. Pero va a repuntar también la construcción privada, como lo demuestra el mercado inmobiliario de estos últimos meses, motorizado por los resultados excepcionales que tuvo el blanqueo fiscal. La agricultura va a hacer un aporte muy significativo en 2017, que se va a ver en todos los segmentos, y también va a crecer el consumo, porque si en 2016 la evolución del ingreso real de los trabajadores fue contractiva, en 2017 va a haber una evolución de los ingresos más bien expansiva”. Aldo Abram, director de la Fundación Libertad y Progreso, coincidió en que “vamos a estar creciendo alrededor del 3%. El campo va a ser un sector que va a ir hacia adelante y la construcción pública también”. El economista Eduardo Curia, más moderado, señaló que “el crecimiento va a estar en el 2%, quizás un poco más. Pero lo digo titubeando porque se va a dar en un marco macroeconómico endeble, signado por la laxitud fiscal, el retraso cambiario y el endeudamiento externo, una tríada muy complicada. La base del crecimiento va a estar dada por la reactivación del consumo, por la reparación jubilatoria y los salarios, que pueden alzarse nominalmente algo más que la inflación. Además, por la obra pública, el agro y algún otro sector industrial. Surgirá más del ciclo político electoral que del económico”. Para Aldo Pignanelli, ex presidente del Banco Central, “por las elecciones, el Gobierno va a hacer el esfuerzo para que arranque la obra pública, que va a aportar un crecimiento de un 1 o 1,5%. Además, habrá otro 1,5% que aportará el campo, que ya tiene un 20% más de siembra para la campaña 2016-2017. Eso va a redondear un 3%. Para superarlo, sería necesario un repunte de la inversión privada, algo improbable con una capacidad ociosa del 40% en la industria y con las restricciones que tenemos en energía”. Precisamente, en relación a este último punto aparece uno de los principales interrogantes del 2017: si habrá una recuperación de la inversión privada que motorice un proceso de crecimiento que se extienda más allá de este año. Como señaló Rojo, “lo que califica la calidad del crecimiento económico es el componente de inversión que tiene. Cuanto mayor es ese componente, en especial el productivo, el crecimiento es de mejor calidad. Es posible que el 2017 sea un año de transición y sí tengamos un fuerte componente de inversión a partir de los últimos meses de 2017 y los primeros de 2018, algo que también dependerá de las elecciones de octubre próximo”. Pignanelli no comparte el optimismo. Cree que el crecimiento de 2017 será “coyuntural, porque el 2018 va a ser complicado y este año es electoral. Ese 3% es, comparando con el 2016, muy malo, con una caída de 2,6%. Es volver al nivel de 2015. No es crecimiento, sino un rebote”. Rojo reconoció que “el crecimiento va a estar básicamente motorizado por factores de demanda y no tanto por la oferta. El único componente de inversión que tendrá un comportamiento expansivo y significativo va a ser la obra pública estatal que, si bien no es una inversión directa productiva, sí mejora la productividad de la economía y le agrega calidad al crecimiento”. Para Aldo Abram, “lo primero que hay que hacer para conseguir crecer en forma sostenida es mostrarle a los inversores que hay voluntad de bajar la presión tributaria en el tiempo. Según el Banco Mundial, sobre 190 países, Argentina está entre los 12 que más exprimen a sus empresas con impuestos. ¿Porqué van a venir acá si tienen 178 países que las exprimen menos? Por eso, ni garúan las inversiones. La institucionalidad está destruida en la Argentina. El Gobierno dice que va a reconstruir la seguridad jurídica, pero cuando la oposición logra media sanción a impuestos inconstitucionales o quiere prohibir despidos e importaciones, a los inversores les deben temblar las rodillas”.

Inflación, salarios y empleo

Tras un año con una inflación en torno al 40%, el Banco Central (BCRA) apunta a una meta de entre el 12% y el 17% para el 2017. La mayoría de los analistas consultados cree que no se alcanzará este objetivo, si bien difieren en el resultado final. Rojo sostuvo que “el Gobierno no va a alcanzar la meta que se fijó, pero no va a estar muy lejos. Va a haber un proceso de franca deflación con relación al 2016. Las paritarias van a estar algunos puntos por arriba. La inflación será de entre un 19 y un 21% y los salarios van a crecer entre un 22 y un 25%. Esa diferencia va a contribuir a motorizar, en parte, el crecimiento económico”. Para Curia, “la meta del 17% es complicada. Si el éxito es pleno, la inflación tendrá que ser del 19 o 20% y los salarios deberían subir un 23 o 24%, con un dólar a 18 pesos y la tasa de interés mantenida”. Pignanelli ve un panorama menos armónico: “el Gobierno apuesta a paritarias del 18% anual pero van a estar en un piso del 30%, sobre la base de una inflación del 25%, más un recupero de la pérdida del 2016. En este contexto, la inflación va a estar, como mínimo, en un 25%, que puede ser superado dependiendo de las paritarias y lo que pase con las tarifas y el tipo de cambio”. Por su parte, Abram cree que “el BCRA tiene toda la voluntad de que la inflación sea menor al 17% y tiene todos los instrumentos. Si no lo hace será por razones políticas y, en ese caso, Sturzenegger debería renunciar. ¿Quién le va a creer que va a cumplir las metas los años siguientes? Si no te creen, las metas no sirven para nada”.

abram

Por el lado del empleo, durante el año que pasó se estima una pérdida de alrededor de 150 mil puestos de trabajo, especialmente localizados en la construcción y algunos sectores de la industria. Así, según los últimos datos oficiales disponibles, las cifras de desempleo treparon hasta un 8,5%. Según Curia, “lo que podría darle dinamismo es el campo, pero no genera empleo directo, sino que es un multiplicador en otros sectores. El aporte debería ser de la construcción para bajar algunas décimas y lograr algún tipo de buena nota a nivel político. Los industriales tienen problemas con el dólar barato porque ya no estamos en le época de Moreno, la tienen un poco negra en el tema empleo”. Para Pignanelli, “la construcción, si arranca la obra pública, puede generar 60 mil puestos de trabajo y el campo otro tanto. Sería recuperar lo perdido en 2016, dejando afuera el incremento vegetativo de la población laboral, que son 300 mil puestos que no se incorporan hace 4 años a la economía argentina. Debería aumentar el desempleo pero, como se toma sobre la PEA y hay mucha gente que se desalienta y deja de existir para las encuestas de trabajo, se va a reducir unas décimas. No hay datos ciertos de la informalidad, que es donde pega mucho. Se cree que por cada empleo formal que se pierde, se pierden dos informales. El único sector que crea empleo es el público”. Por su parte, Rojo indicó que “el desempleo es una medición muy complicada en la Argentina y no muy significativa en términos económicos. Hay mucha informalidad sin una frontera nítidamente definida. Además, las jornadas laborales en el mercado formal son muy elásticas. En los períodos con enorme desempleo esas sutilezas desaparecen, pero para comparar 2016 y 2017 esas dificultades de medición son imperceptibles. De todas maneras, con tasas de crecimiento del 3%, la tasa de desempleo va a tender a reducirse”.

Déficit fiscal y atraso cambiario

El elevado déficit fiscal fue, tal vez, la parte más pesada de la herencia económica que recibió la actual administración y el área en la que menos se avanzó en el primer año de gestión. Y, en un año electoral, los analistas son escépticos respecto a la posibilidad de obtener logros importantes en la materia. Pignanelli detalló que “el déficit en 2016, incluyendo intereses, será del 8% del PBI. Un déficit primario del 5% y el 3% restante son intereses de deuda, que se han duplicado en un año. Eso no incluye el 3% del cuasi fiscal del BCRA, ni el 2% de las provincias. Así, puede llegar al 12%, un récord histórico, sacando la hiperinflación de Alfonsín o el fin de la convertibilidad de De la Rúa”. “Ahora van a hablar de reducir el gasto pero, con el año electoral, es mucho ruido y pocas nueces. Acaban de aprobar una partida de 25 mil millones para la provincia de Buenos Aires, que es una hoguera. Lo van a financiar con emisión monetaria y con deuda”, enfatizó. Para Curia, “va a ser muy difícil cumplir la pauta. Combinar un supuesto ajuste fiscal con un mensaje de que seguía la felicidad dejó la economía macrista al borde del colapso. Por eso, hicieron un giro táctico tomando el sector fiscal como laxo”. Según Abram, “probablemente las elecciones sean un límite y se busque dar señales de algunos recortes puntuales. No es el camino ideal. No me importaría si hay voluntad de armar un programa realmente efectivo, nadie espera que de un día para el otro el Estado tenga el tamaño que podemos financiar. Sabemos que es un proceso, pero ni se inició”. Rojo, más optimista, pronosticó que “el déficit se va a ubicar muy cerca de la pauta del Gobierno. Hay margen para contraer el gasto público sin que eso genere conflictos sociales o políticos inmanejables. Hay mucha tela que cortar en materia de gasto improductivo, innecesario y parasitario, así como en los subsidios a los servicios públicos en el campo energético. Además, va a haber ingresos interesantes, porque se había subestimado muchísimo el resultado del blanqueo fiscal”. Más allá de la leve mejora que pueda haber, la persistencia de un elevado déficit fiscal y las altas tasas de interés seguirán en el 2017 presionando hacia el atraso cambiario. Como indicó Pignanelli, “la política de endeudamiento externo y altas tasas provocan un atraso del tipo de cambio. En 2016 el dólar sólo subió de 15 a 16 pesos con una inflación del 40% y eso no se va a acomodar porque el BCRA va a mantener su política antiinflacionaria con tasas altas y un dólar planchado”. “El dólar planchado va a afectar al sector externo. Tengo un muy mal presagio para la industria argentina. Tiene caída del mercado interno, apertura de importaciones y encima sufren las exportaciones por el atraso del tipo de cambio”, alertó. Para Rojo, “la tasa está dos o tres puntos más alta de lo necesario para mantener la política antiinflacionaria. El Central busca curarse en salud, pero el costo de esa precaución lo está pagando la actividad económica. No veo que vaya a cambiar esa conducta. En este contexto, el tipo de cambio va a seguir atrasándose muy moderadamente. El dólar, a diciembre de 2017, va a subir 3 o 4 puntos por debajo de la tasa de inflación”. Curia, por su parte, prevé que “es difícil que el dólar recupere con la inflación, a no ser que el tema externo se ponga muy picante y el gobierno decida revisar su esquema de crecimiento. Entonces puede haber movimientos de portafolio importantes o especulación de los liquidadores”.

Financiamiento y escenario mundial

El marco internacional puede ser un condicionante adicional para los planes del Gobierno en la medida en que se concrete el cambio de política que se vislumbra con la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, que puede encarecer el financiamiento para nuestro país y afectar negativamente los precios de los commodities que exporta. Como puntualizó Curia, “hay un enrarecimiento relativo por el triunfo de Donald Trump, que está examinando las tasas en una asimilación con la política de Ronald Reagan, le dicen ‘Reaganomix bis’. Lleva al dólar fuerte, una tasa que succiona fondos y un déficit fiscal ampliado en los Estados Unidos. Es jorobado. Es una presión sobre las commodities y se puede producir una guerra comercial. Los interrogantes son enormes”. Por su parte, Rojo sostuvo que “hubo un temor importante cuando se produjo la victoria de Trump, pero los analistas se equivocaron. Se pensó que se produciría una baja importante en el mercado accionario y se produjo un ajuste significativo al alza. Las tasas de interés aumentaron fuertemente en las primeras semanas luego del resultado electoral, pero en el último mes vienen cayendo. Van a tener una política fiscal un poco más expansiva y la Fed va a avanzar en su política de normalización de la tasa de interés, pero no es muy distinto a lo que se pensaba antes del cambio político en los Estados Unidos”. De hecho, el analista considera que “Argentina puede tener tasas de interés en 2017 mejores que las del 2016. Hay mucho más para recuperar, a partir de la reducción del riesgo, poniéndonos a los niveles de otros países latinoamericanos, que para perder por los aumentos de tasas de Estados Unidos”. De todos modos, Rojo sí cree que “la presidencia de Trump va a agravar la situación de las commodities. El dólar se va a apreciar y, como es la unidad de medida con la cual cotizan todos los bienes exportables, si el metro crece todo cae”. Para Aldo Abram, “no habrá un problema de escasez de financiamiento, simplemente va a ser más caro. Si hubiéramos mostrado más trabajo para bajar el déficit fiscal, hubiéramos podido bajar la tasa de riesgo y el aumento de las tasas del mundo no nos hubiera impactado tanto”. Pignanelli considera que el escenario no es sencillo: “si sube mucho la tasa de interés nos parte al medio, porque nos aumenta el costo de la deuda. Además, si aumenta la tasa, los precios de las commodities pueden bajar”. En el ámbito internacional, tampoco ayuda la situación de Brasil, el principal mercado exportador de la Argentina. Como indicó Abram, “en Brasil el problema es político y no económico. A pesar de que hay un camino de recuperación, no se sabe cuándo lo van a acusar al presidente Michel Temer de corrupción. Es muy difícil y es muy importante para nosotros. Casi todas las exportaciones industriales van a Brasil”. Rojo señaló que no es “optimista con respecto a la recuperación de la economía brasilera porque la crisis política que esperábamos que se superara con la destitución de Dilma Rouseff persiste y se prolonga. Puede haber una recuperación muy leve del PBI o que deje de caer, pero el factor ‘crisis política’ tiene que resolverse para que el país vuelva a crecer”. Pignanelli sintetizó en pocas palabras el escenario internacional más desfavorable que hoy enfrentamos: “primero el PBI brasilero. Si se resfría Brasil nosotros tenemos neumonía y no está arrancando. El segundo es el tipo de cambio con el real, porque marca la competitividad regional y también se deteriora. La tercera es el precio de la soja, que está a 350 dólares la tonelada. No es malo pero no son los 620 dólares de 2009. El cuarto tema es China, que parece que seguirá creciendo al 7% y no al 12%. Y ahora se suma una quinta variable que es Trump. Si suben las tasas y el dólar, nuestros 18 pesos por dólar no existen, salvo que querramos tener un atraso del 50% como en el 2001 y eso, sabemos, termina en un colapso”.

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