Claramente, el 2024 resultó mejor de lo esperado. A pesar de la fuerte devaluación inicial del nuevo Gobierno y el drástico ajuste fiscal y monetario, la tasa de inflación se redujo sensiblemente, contrariando, incluso, las proyecciones previas más optimistas. Y el desempleo, si bien aumentó unos puntos, no lo hizo a la velocidad que podía presumirse.
Una inflación baja es la condición imprescindible para que las actividades económicas puedan desarrollarse con normalidad, aunque la recuperación en forma de V, rápida, no puede generarse. Hay mucha heterogeneidad sectorial, velocidades muy diferentes en los sectores.
Es probable que 2025 sea un año de crecimiento moderado, luego de dos años de recesión. Sin embargo, dado que el consumo interno seguirá condicionado por una evolución lenta de los ingresos (salarios y jubilaciones), la velocidad no será rápida.
Se consolidará el superávit comercial energético, lo que constituye una buena señal para la acumulación de dólares en el Banco Central y el Gobierno mantendrá su regla de generar los pesos necesarios para pagar los vencimientos de deuda, abultados el año próximo.
El contexto externo puede resultar un condicionante. El tipo de cambio se ha apreciado, y las devaluaciones de socios comerciales clave, como Brasil, no resultan una buena noticia.
No conocemos qué hará el presidente electo de los Estados Unidos, Donald Trump, con su política monetaria, pero existe cierta chance de que vuelvan a subir las tasas de referencia de la Reserva Federal, lo que sería una mala noticia para los emergentes.
En lo local, el riesgo pasa por cómo hará el Banco Central para administrar un escenario externo como el citado. Si no se adecua, las consecuencias pueden ser negativas para las escasas reservas disponibles. El rol del FMI, con acuerdo y sin acuerdo, también debe seguirse con atención.
El Gobierno hasta ahora ha sido pragmático en cuestiones clave, como la continuidad del cepo. Todavía no hay dólares suficientes para liberar por completo las restricciones cambiarias (difícilmente los haya, incluso cuando decida tomar una decisión más de fondo), mientras que el financiamiento del sector externo se hizo hasta ahora con los dólares locales, vía blanqueo fundamentalmente.
Ahora bien, para encarar un proceso robusto de inversión productiva en actividades económicas fundamentales, es preciso remover las trabas para la libre movilidad del capital. Ahí está uno de los nudos gordianos del esquema macro elegido por el Gobierno. Sostener las restricciones limita las chances de dolarizar los pesos excedentes, pero a la vez inhibe la capacidad para aumentar la productividad y crecer.
