El principal éxito de este Gobierno fue lograr parar un proceso de aceleración inflacionaria, y que hoy estemos hablando de cuánto más va a bajar la variación mensual del índice de precios al consumidor. Esto se logró con una decisión contundente: asumieron y dejaron de emitir; lo cual fue la única forma segura de evitar una hiperinflación.
Sin embargo, esta vocación de corregir el rumbo no se trasladó al manejo de la política monetaria y cambiaria. El hecho de haber recibido un BCRA muy quebrado llevó a que prefirieran demorar el camino hacia la unificación cambiaria.
Perdida esa oportunidad inicial, la decisión de mantener el valor del peso y la solvencia fiscal llevó a otra oportunidad. En marzo y abril, el aumento de la demanda de pesos por la estabilidad que se reflejaba en los tipos de cambio paralelos volvió a achicar fuerte la brecha. Lamentablemente, en mayo y junio, para bajar la tasa de interés en un momento de creciente incertidumbre política por la pobre discusión legislativa de los paquetes de leyes oficiales, los bancos no renovaron sus pases pasivos. Esto derivó en un fuerte aumento de la cantidad de pesos que, al no ser demandados, depreció su valor; lo cual se reflejó en el alza de los valores del dólar libre y la ampliación de la brecha.
Es importante que el BCRA corrija esto porque: a) genera expectativas de salto cambiario desincentivando la venta de dólares de los exportadores y alentando la compra de los importadores; b) las menores adquisiciones de reservas generan dudas sobre la capacidad de pago de la deuda en moneda extranjera; c) dada la promesa de salir a una unificación cambiaria con un salto menor del dólar oficial, se demora la expectativa de unificación y se incrementa el impacto negativo que tiene el cepo en la economía; d) la peor evolución del nivel de actividad se transforma en menor recaudación y mayores dificultades para sostener la solvencia fiscal; e) la moderación de la reactivación implica sacar más despacio a la gente de la pobreza y el desempleo, con un costo social que puede volverse político; f) todo lo anterior aumenta la percepción de riesgo de Argentina; y g) si no se revierte la depreciación de la moneda se irá reflejando en nueva inflación que moderará la desaceleración actual. Esto último sería una lástima; ya que, hasta abril, toda la suba de precios respondía a la destrucción del valor de la moneda por la anterior administración. En un país normal tarda entre 9 y 18 meses en reflejarse en todos los precios y, probablemente, Argentina sea de los que más rápido ajustan.
Coincido con que la respuesta no es subir el tipo de cambio oficial que reconozca la nueva depreciación del peso, con el costo inflacionario que pagarán los argentinos. Hay que recuperar el valor perdido por nuestra moneda hasta que se llegue a una brecha menor. El BCRA tiene la posibilidad de ayudar en esta tarea usando las Letras Fiscales de Liquidez del Tesoro para sacar pesos excedentes. También puede contar con la colaboración del Gobierno, colocar deuda por encima de sus necesidades y cancelar pasivos propios que tiene la autoridad monetaria; lo cual ya viene haciendo. Ir a una unificación cambiaria tiene su riesgo, hoy bajo, por lo que ya se ha hecho en materia fiscal; pero no hacerlo tiene costos sociales, económicos y, por ende, políticos altos, que no se justifican pagar.
Éxito y deberes por hacer de la gestión del presidente Milei
Por el Mag. Aldo Abram, economista y director de la Fundación Libertad y Progreso.
13 Sep, 2024
Aldo Abram