Inflación, atrasos cambiario y tarifario en Argentina
La parte positiva de este año fue la salida de la cuarentena sumamente restrictiva de 2020. Eso permitió que la gente y las empresas volvieran a trabajar.

3 Ene, 2022
Entrevista a Aldo Abram, director ejecutivo de Libertad y Progreso.

La parte positiva de este año fue la salida de la cuarentena sumamente restrictiva de 2020. Eso permitió que la gente y las empresas volvieran a trabajar.

También se sumó un contexto internacional espectacular para la Argentina. Hubo una suba muy fuerte de precios que impulsó un proceso de recuperación que la llevó a niveles previos a la pandemia. Dicha suba se explica por la pérdida de valor del dólar generada por la emisión que financió la demanda de los países emergentes que consumen los alimentos que producimos.

Sin embargo, ahora los precios ahora están bajando y el año que viene no vamos a alcanzar a ver las cantidades exportadas de 2019.

Si bien nos hemos recuperado de la pandemia, la mala noticia es que ya estábamos en terapia intensiva con una enfermedad terminal basada en una crisis de credibilidad. Y la Argentina no tiene las condiciones dadas para crecer sostenidamente en el tiempo. Ninguna de sus enfermedades han sido curadas. No tenemos ni un diagnóstico ni un tratamiento adecuado para el paciente. Sólo le hemos dado paliativos con el objetivo de ganar las elecciones, pero han generado un costo para un paciente al que se lo forzó a mejorar más de lo que podía hacerlo naturalmente.

Atrasos tarifario y cambiario

Hay problemas de cortísimo plazo, como el retraso tarifario que se agravó por un nuevo congelamiento. A las empresas les subieron los costos por inflación, pero no podían subir las tarifas. Por eso el Estado, con plata de los contribuyentes, tuvo que pagar cada vez más por los servicios que se consumen. Eso es insostenible. Vamos a ver un fuerte aumento de las tarifas de servicios en 2022.

Por otro lado, está el atraso cambiario. Al productor los costos le suben al nivel de la inflación y, por eso, tiene menos incentivos para producir y exportar. Lo mismo le pasa al que compite con un importador y se desincentiva la producción local. Esto no cierra para la economía ni para el BCRA, que no tiene abundancia de reservas.

Esto se va a corregir al igual que ocurrió después del 2013, cuando el tipo de cambio se apreció un 30%. No va a subir de golpe pero en el primer semestre se va a trasladar a los precios.

Emisión e inflación

El Gobierno ha ido emitiendo y la mayor incertidumbre plantea un alza en la demanda de pesos, que se va a verificar en una aceleración de la inflación que, difícilmente, sea menor al 60%.

El otro problema es que, por ahora, el diagnóstico del Gobierno es equivocado para superar las enfermedades terminales que lo llevaron a terapia intensiva ya antes de la pandemia y, por lo tanto, el tratamiento que se le está dando no es el adecuado. Hay un exceso del gasto público y ellos creen que no. El motor del crecimiento es el Estado. Eso implica un aumento de impuestos permanente. El Gobierno asfixia al sector privado productivo. De cada diez pesos, seis se los lleva el Estado.

Esto atenta contra la inversión y, más allá de la actual recuperación, genera cero chances de crecer en forma sustentable. Hay 67.000 regulaciones que se han ido imponiendo y una legislación laboral que lo único que hizo fue deprimir el empleo privado.

Vamos a llegar a un acuerdo con el FMI porque al Fondo le conviene. Será un acuerdo con condiciones mínimas, que dejará claro cómo reducir el déficit e incrementar los ingresos con más crecimiento en el tiempo. El FMI no quiere que su principal deudor caiga en default y sabe que mucho más no le puede pedir a este gobierno. El tema es que vamos a firmar pero no lo vamos a cumplir. Nunca lo hemos hecho, sería romper una tradición. El crecimiento que estipulan no se va a producir y las exportaciones nunca van a crecer a los niveles que dicen y no van a generar los dólares para salir del cepo.

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