Las amenazas proteccionistas de Donald Trump redefinen el 2025
El enfrentamiento comercial con China y el aumento de aranceles a las importaciones implementado por el presidente de Estados Unidos plantean incertidumbre a nivel local.

11 Feb, 2025

Como lo adelantó en su campaña, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, apenas asumió en su cargo impuso un aumento de los aranceles al ingreso de productos de China, México y Canadá. Al igual que en su anterior mandato, su política comercial será de fuerte proteccionismo, revitalización de la industria nacional y protección de la mano de obra propia.

Si bien es conocido el pensamiento del republicano y se tienen los antecedentes de su primera presidencia, esta vez viene con un recurso recargado y radicalizado en sus posiciones políticas, económicas y hasta culturales. Está por verse la concordancia del dicho al hecho pero, sin dudas, su vuelta a la Casa Blanca ya genera un cambio de paradigma.

Desde estas latitudes, la pregunta clave es cómo puede afectar a la Argentina el nuevo mandato de Trump y su estrategia de comercio exterior. Porque, si bien Javier Milei se considera su aliado estratégico del Cono Sur, aquel demuestra bastante desinterés por América Latina. Incluso, todavía no hay noticias de que su voto definitorio en el FMI apoye más fondos frescos para el país.

En 2024, pese a que las exportaciones a ese destino no subieron tanto, la brusca caída de las importaciones por la recesión local provocó un pequeño superávit.

Además, el proteccionismo avanza a nivel global con un aumento de las barreras arancelarias y paraarancelarias, por eso está ofensiva en curso es un arma de doble filo para las exportaciones argentinas hacia todo destino.

Por una cuestión de costos y escala, China podría soportar la sobrecarga del 60% al ingreso de sus productos, pero hasta un 20% de gravamen para los envíos locales que, además, enfrentan un tipo de cambio apreciado a nivel interno y puede resultar antieconómico. Basta recordar el caso de los limones tucumanos, cuando Trump era presidente allá y Mauricio Macri acá.

En el comercio bilateral entre la Argentina y Estados Unidos, que está avalado por acuerdos, pero no con el rango de un tratado de libre comercio, el gigante del norte es el tercer socio comercial del país, con un intercambio que ronda 12.000 millones de dólares al año y un flujo creciente.

Sin embargo, la balanza es históricamente deficitaria, ya que se importan bienes de capital y manufacturas con alto valor y se exportan, en su mayoría, materias primas. De todas maneras, en 2024, pese a que las exportaciones a ese destino no subieron tanto, la brusca caída de las importaciones por la recesión local provocó un pequeño superávit. Es la excepción que confirma la regla y se estima que este año no se repetirá.

Impacto en la economía doméstica

En cualquier caso, los analistas internacionales, y sobre todo los exportadores, están alertas a las decisiones que va tomando el presidente estadounidense porque, para bien o para mal, van a repercutir en la economía doméstica en varios niveles.

Sólo a nivel comercial están en juego más de 2.000 millones de dólares de exportaciones de petróleo, nafta y productos químicos, que representan un tercio de los envíos a ese mercado, si bien pertenecen a empresas estadounidenses en gran parte, como los embarques de oro, plata, aluminio y acero, que suman otros 1.300 millones de dólares al año.

También peligran, como en el pasado, los casi 1.000 millones de dólares de agroexportaciones de vino, miel, soja, cítricos y carne, en donde la producción argentina compite más por calidad que por precio con sus pares estadounidenses, que seguirán ejerciendo presión ante el nuevo presidente que declara haber vuelto para defender el empleo local.

Es bueno recordar, además, que Estados Unidos es el principal inversor extranjero directo en el país, con un flujo de 30.000 millones de dólares en sectores estratégicos, como producción de crudo y gas natural (9.278 millones de dólares), además de industria manufacturera (6.327 millones de dólares), telecomunicaciones (3.229 millones de dólares) y automotrices (2.515 millones de dólares).

Como Argentina, salvando las distancias, Estados Unidos no está en su mejor momento. Tiene un déficit fiscal alto (- 6,5%), problemas en el mercado laboral y un nivel de inflación inédito. Aunque resulte paradójico, el FMI le pide a su principal país miembro que apunte a un superávit primario del 1% para hacer sostenible su nivel de deuda (122%/PBI), mientras que Trump promete profundizar el recorte de impuestos y aumentar el gasto público.

La FED continúa con su recorte de tasas y el dólar continúa con su senda de fortalecimiento, lo que mantiene a las inversiones más seguras dentro de casa y lejos de los países emergentes. En este punto, que en la Argentina se continúe con la apreciación del peso va en el sentido opuesto, la pérdida de competitividad para los productos exportables es notoria y el ingreso de capitales sólo se beneficia a nivel financiero.

Para hacerle frente a este contexto y ganar competitividad, el principal socio regional de la Argentina continúa con la devaluación del real y el banco central brasileño incrementa la tasa de interés de referencia. Aquí el esquema macro es casi el opuesto, se pasó de un crawling peg del 2% al 1% mensual, se sigue bajando la tasa del BCRA y el objetivo del presidente y el ministro de Economía es llevar al dólar a un nivel de 600 pesos lo antes posible.

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