Se demora la recuperación de la inversión
La inversión cayó un 5% en los primeros 7 meses del año Por los cambios de política, algunos sectores reaccionaron a la hora de invertir, pero la recesión, las altas tasas de interés y la incertidumbre todavía frenan al resto de las actividades a la hora de decidir si hundir su capital.   Aunque con […]

19 Sep, 2016

La inversión cayó un 5% en los primeros 7 meses del año

Por los cambios de política, algunos sectores reaccionaron a la hora de invertir, pero la recesión, las altas tasas de interés y la incertidumbre todavía frenan al resto de las actividades a la hora de decidir si hundir su capital.

 

Aunque con la asunción del gobierno de Mauricio Macri se produjo un importante cambio en el clima de negocios en Argentina, la inversión tarda en arrancar. Durante la campaña electoral los actuales funcionarios insistieron enfáticamente en que esta variable sería el motor del crecimiento económico, pero en lo que va del 2016 no sólo no creció, sino que se contrajo. ¿Hasta qué punto esto es un fenómeno temporal, fruto de la transición, o el producto de un desengaño de los empresarios con lo que viene sucediendo en esta primera etapa del mandato?

“En el primer semestre lo que se ve es una caída lógica de la inversión en un período de corrección de los problemas macroeconómicos que venían del pasado”, dijo el economista jefe de Ecolatina, Lorenzo Sigaut Gravina. “El Gobierno tomó medidas que en el corto plazo impactan negativamente en la actividad y en los componentes de la demanda interna, como el consumo y la inversión”, añadió.

De acuerdo a lo estimado por la consultora, la inversión bruta fija cayó un 5% en los primeros siete meses del año.

“Hay un contexto de caída de la demanda de consumo y eso hace que sean pocos los sectores que necesitan invertir, salvo el campo, porque cambió su rentabilidad significativamente. La suba de tasas de interés también hizo que no sea un buen momento para invertir”, agregó el analista.

Eduardo Levy Yeyati, director de Elypsis, sostuvo, por su parte, que “la evidencia anecdótica y los números del mercado único de cambios indican que en el primer semestre se recuperó la inversión financiera pero no la real, salvando algunas inversiones ya previstas de empresas con actividad en el país. De ahí que el Gobierno haya ido mudando de su intención de poner a la inversión como motor del crecimiento a un patrón mixto, donde el consumo retiene el rol protagónico de los últimos años”.

“El inversor atomizado puede mostrarse interesado, pero prefiere ver señales de crecimiento y estabilidad política antes de hundir dinero en un país con un historial errático. Además, muchos esperan definiciones sobre el perfil productivo y los ganadores del nuevo modelo. El atraso cambiario, los altos costos y la baja productividad argentina tampoco ayudan a entusiasmar”, puntualizó.

De modo que, si bien el gobierno levantó el cepo cambiario, resolvió el conflicto con los holdouts y liberó normas que restringían el comercio exterior y la entrada y salida de capitales, esto no resultó suficiente para el ánimo inversor.

Para Jorge Vasconcelos, investigador del IERAL, de la Fundación Mediterránea, hay “una economía con menos trabas, pero que tiene pendientes cuestiones energéticas y su inserción en el mundo y posee la presión impositiva más alta de la historia reciente. Además, como el déficit fiscal se cubre con endeudamiento, no hay garantía de que el Gobierno pueda bajar rápido esa presión impositiva”.

El comportamiento de los distintos sectores

La inversión viene mostrando en lo que va del año un comportamiento distinto en los diversos sectores que integran la economía.

Por ejemplo, la construcción cayó un 10% entre enero y julio, debido al freno en la obra pública. Para Sigaut Gravina, “esto no se debió a una política de moderar el gasto, sino que la nueva gestión se encontró con gastos devengados y no pagados y tuvo que hacer una auditoría para no hacerse responsable en un contexto de escándalos de corrupción asociados con la obra pública. Por este motivo, se paralizó todo”.

Vasconcelos agregó que “fiscalmente los recursos no son infinitos y estuvieron más dirigidos a la recuperación de la economía que a la inversión”. Y planteó el conflicto con las tarifas de servicios públicos como un condicionante de la recuperación en la inversión en obra pública.

En cambio, las inversiones asociadas al complejo agroindustrial muestran una significativa recuperación, según el IERAL. Esto respondió a una ampliación del área sembrada de algunos cultivos y a un ciclo moderado de retención de vientres en la ganadería vacuna. También hubo una importante mejora en los indicadores de venta de maquinaria agrícola.

“La reacción de la maquinaria agrícola no es para nada sorpresiva. Si uno mira lo que pasó con los precios de los productos agrícolas, encuentra una diferenciación marcada en los efectos de los primeros cambios de la política económica”, explicó Vasconcelos.

Pero advirtió que en las economías regionales hay una demora en el arranque de la inversión: “Tienen una situación más parecida a la industria propiamente dicha, por la alta incidencia de la mano de obra en los costos y la suba del tipo de cambio modesta para las expectativas que tenían. Los precios se han acomodado de modo marginal respecto de la evolución de los costos”.

Por otra parte, también hubo una recuperación en la inversión extranjera directa (IED), que ascendió a 1.290 millones de dólares en el primer semestre del año, trepando un 81% respecto de la primera mitad del año pasado. Dicho número continúa siendo pequeño como para motorizar el desarrollo de la economía, porque representa menos de un 0,3% del PBI alcanzado en la primera parte del año, según Ecolatina.

“Al principio de este año vimos mucho interés por conocer los cambios de Argentina, pero de ahí a concretar la IED hay cierta espera, para ver si las correcciones llevan a una economía más normal, más abierta al mundo, y si un acuerdo con los holdouts se traduce en una macroeconomía más sana, antes de traer capitales al país”, dijo Sigaut Gravina.

“Que se puedan girar utilidades, que no haya conflicto con los holdouts, que se acuerde con el FMI y que se vuelva a los organismos internacionales ha generado la sensación de que Argentina cambió para bien, pero ahora estamos en un momento en que se tienen que ordenar estas medidas, que han sido costosas pero beneficiosas”, agregó.

Un 2017 más favorable

Al igual que para el nivel de actividad económica, también para la inversión se espera una recuperación en el 2017.

En Ecolatina esperan que la inversión crezca un 7,5%, por encima del PBI (3 al 4%). Sigaut Gravina señaló que “el ajuste del 2016 va a ordenar la economía. Y estará diluido el impacto de la devaluación y no habrá un aumento tarifario similar al de 2016, porque es un año electoral. Además, el Estado y las provincias, por el lado de obra pública, van a traccionar y habrá frutos de la IED. Y, si se empieza a reactivar la economía, la inversión se extenderá a la mayoría de los sectores”.

“Hay necesidad de salir de la recesión, que se está haciendo más dura que lo esperado. Se está viendo que en todo el 2016 la economía está frenada. Lentamente se pondrá más gasto público para fortalecer el consumo y la obra pública, que es importante para ponerle un piso a la recesión. El campo está invirtiendo, porque le bajaron la presión tributaria y le mejoraron el tipo de cambio real, pero el resto de los sectores necesita que toda la economía crezca para invertir. La recuperación es importante”, añadió.

Levy Yeyati también espera un crecimiento de la inversión el año que viene, en torno al 5% y contribuyendo cerca del 1% al crecimiento de la economía.

Para el economista, el Gobierno está haciendo una buena campaña de promoción y hay interés inversor: “Asimismo, hay acciones pendientes en el área de energías renovables y de infraestructura, como la ley de asociación público privada (APP), que deberían estimular la inversión en 2017. Y las obras de inversión pública en logística y transporte pueden abrir la puerta a inversiones regionales”.

“La oposición puede facilitar la aprobación de acciones pro inversión, como la ley de APP, y puede evitar promover medidas que encarezcan aun más la producción, como fue el caso de la ley antidespidos”, agregó.

“Hay poco que el Gobierno pueda hacer en el frente macroeconómico, salvo no dejarse ganar por la ansiedad. Una propuesta económica más precisa en términos de cómo crecerá el país y un buen resultado electoral en 2017 que la respalde seguramente ayudarán a acercar inversiones. El resto es tiempo”, enfatizó.

Vasconcelos no comparte el optimismo de sus colegas. Todavía observa problemas estructurales: “Hace 15 años que la industria argentina no compite de igual a igual con el resto del mundo por distintas razones, un período, además, que no se usó para mejorar la tecnología y la productividad interna de las fábricas, porque no había incentivos ni crédito para hacerlo. Estamos en una situación en la cual el dólar no quedó demasiado alto. Aquel que crea que son problemas de hoy, subestima los elementos de la historia reciente del país. Se tienen que resolver en un horizonte de años, con el objetivo de que las empresas se tecnifiquen y aumenten su productividad”.

“La evolución de la inversión está reflejando la cautela y el hecho de que la salida de los cepos fue la salida de una primera trinchera, pero subsisten los obstáculos más estructurales. Hay sectores que pueden acoplarse a la tendencia positiva, como la agroindustria, servicios, biotecnología, tecnología de la información, pero para que esto se extienda se tienen que resolver interrogantes”, destacó.

Un requisito básico para un crecimiento sustentable

Hoy la inversión está por debajo del 20% del PBI. Los tres expertos coincidieron en que para que la economía crezca de manera sustentable esa variable no debe ser menor al 25% del producto.

Para Levy Yeyati, además, la inversión tiene que estar sesgada a proyectos de infraestructura y capacidad productiva: “El sistema actual, fundado en un consumo parcialmente subsidiado y en una producción poco competitiva y protegida, no es sostenible en el tiempo”.

Vasconcelos advirtió sobre la necesidad de ahorro en el sector público: “Un déficit fiscal del 5% del PBI no contribuye a la inversión. Y hace falta una definición más clara de las reglas de jugo con la región y el mundo”.

“Con una inversión más alta, tenés más chances de aumentar el salario real y las exportaciones, se genera un círculo virtuoso”, agregó Sigaut Gravina.

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