José Luis Machinea, ex ministro de Economía.
Se plantea un plan excesivamente ambicioso en términos de reducción de la inflación al pretender pasarla de casi 40% a 17%. La consecuencia de esto son tasas de interés demasiado altas cuando lo más relevante, de aquí en más, pasa por la reactivación. Suponer que es posible contener la inflación cuando se están acomodando los precios relativos es un error que parte de pensar que los demás actores sociales no juegan.
El balance del primer año de gobierno de Mauricio Macri es definitivamente positivo en función de la situación en la que se encontraba el país. Empezando por la flexibilización del tipo de cambio, la capacidad de conseguir crédito a menores tasas en los mercados internacionales y la decisión de volver a insertarse en el mundo, desde el punto de vista comercial además del financiero. Por otra parte, el Gobierno ha demostrado, con alguna demora, su voluntad de atender los problemas sociales que han ido surgiendo a lo largo del año y que eran de prever dada la situación que había recibido.
Sin embargo, acordar con la orientación general de la administración no implica estar de acuerdo con cada una de las medidas adoptadas. Fue correcta la política de ir disminuyendo retenciones, aunque fue un error, que señalé en ese momento, comenzar con el trigo y el maíz porque combinado con el levantamiento de las prohibiciones para exportar implicaba, en el corto plazo, un aumento de los precios demasiado grande. Los puntos débiles parten de la subestimación que se hizo del impacto que tendría sobre la inflación y la actividad económica la corrección de los precios relativos. La historia de nuestro país muestra las dificultades que esto tiene. Aumentar las tarifas y el tipo de cambio tiene un impacto en la inflación y sobre la actividad económica de corto plazo. Por eso, se tenían expectativas de inflación y crecimiento mejores que las que terminaron resultando y algunas medidas compensatorias se demoraron un poco.
Una segunda discusión relevante que se dio a lo largo del año fue sobre la política del Banco Central. Si comparamos a este Banco Central con el de los últimos años, el cambio ha sido maravilloso. La idoneidad de los profesionales que están en la actualidad no tiene punto de comparación con la de los que venían ocupando esos puestos. Sin embargo, se plantea un plan excesivamente ambicioso en términos de reducción de la inflación al pretender pasarla de casi 40% a 17%. La consecuencia de esto son tasas de interés demasiado altas cuando lo más relevante, de aquí en más, pasa por la reactivación. Además, una tasa de interés más alta promueve el ingreso de capitales, lo que refuerza la apreciación real del tipo de cambio, que es una preocupación. Suponer que es posible contener la inflación cuando se están acomodando los precios relativos es un error que parte de pensar que los demás actores sociales no juegan. Apostaron a que los salarios se iban a actualizar al 25%, pero terminaron en un 35%. Ahora el Gobierno está en mejores condiciones para enfrentar los problemas de crecimiento y la velocidad de la inflación, pero ese objetivo del 17% puede estar poniendo una presión excesiva sobre las tasas de interés. Habría que fijar una meta de inflación del 23 al 25%.
Otro de los problemas que se ha presentado este año es el del creciente endeudamiento. A la hora de evaluar su impacto real siempre hay que analizar las alternativas existentes. Hay que partir de la base de que existía un déficit fiscal demasiado grande, del 7% u 8% del PBI. En ese marco hay dos alternativas: reducir fuertemente el déficit con medidas que tienden a deprimir la demanda de corto plazo o, si se puede, tratar de endeudarse. Es preferible endeudarse por un período de tiempo y no hacer un ajuste fiscal tan abrupto. Sostener un nivel de deuda que permita un enfoque gradual del déficit fiscal es el mejor camino ante las opciones existentes. Eso no implica que no haya que reducirlo, porque estos niveles, a la larga, son insostenibles.
El Gobierno es completamente consciente de esto y ahora tiene mejores condiciones que las que tenía al comienzo para pensar en un crecimiento sostenido de la economía argentina y en bajar la inflación. Había que pasar por el momento difícil por el que pasamos. Las bases van a estar consolidadas en la medida en que la economía arranque. Desde el marco institucional, para obtener inversiones, se ha hecho lo correcto, pero sin una economía que crezca y un gobierno al que le vaya bien políticamente, la situación se va a complicar.