Billetes de alta denominación demorados
A pesar de los esfuerzos y la buena predisposición del Banco Central, los billetes de alta denominación sólo representan el 9% del circulante. Llevará varios años normalizar la situación del efectivo en Argentina. La incorporación de billetes nuevos y de mayor denominación a la economía argentina es un objetivo que se propuso la actual gestión […]

24 Ene, 2018

A pesar de los esfuerzos y la buena predisposición del Banco Central, los billetes de alta denominación sólo representan el 9% del circulante. Llevará varios años normalizar la situación del efectivo en Argentina.

La incorporación de billetes nuevos y de mayor denominación a la economía argentina es un objetivo que se propuso la actual gestión del Banco Central. En primer lugar, la autoridad monetaria lanzó en junio de 2016 el billete de 500 pesos. Meses más tarde, en octubre de 2016, empezó a distribuirse el billete de 200 pesos. Finalmente, en diciembre de 2017 comenzaron a circular los billetes de 1.000 pesos.

Al momento de presentar la nueva familia de billetes, el BCRA destacó que implica una importante renovación del circulante, así como una mayor eficiencia y reducción en el gasto de impresión. “De esta manera, durante todo 2017 se imprimirán billetes de alta denominación para abastecer la demanda de efectivo, la reposición de circulante deteriorado y contar con una reserva apropiada de resguardo por 237.500 millones de pesos. Esta cantidad de efectivo será abastecida mediante la impresión de 300 millones de billetes de 200 pesos, 145 millones 500 pesos y 105 millones de 1.000 pesos, totalizando entonces 550 millones de billetes. Si ese monto fuera suplido sólo mediante billetes de 100 pesos, se requerirían 2.375 millones de billetes”, afirmó el organismo.

En cuanto al gasto de la operación, el BCRA confirmó que cada billete de 200 o de 500 pesos le cuestan 1,65 pesos. Cada papel de 1.000 pesos, por su parte, tiene un costo aproximado de 1,90 pesos. En cambio, por cada billete de 100 el BCRA debe desembolsar 1,47 pesos. “Por lo tanto, la fabricación de numerario para abastecer la demanda de circulante de alta denominación le insumirá al Banco Central un gasto de impresión de 933 millones de pesos en 2017. Si lo hubiese hecho sólo con los viejos billetes de 100, el costo total incurrido hubiese sido de 3.491 millones de pesos. De esta forma, las nuevas denominaciones permitirán ahorrar 2.558 millones de pesos este año”, dijo el BCRA en un comunicado en el que también resaltó que la introducción de billetes de mayor denominación reduce el costo de transporte, acarreo y guarda del dinero.

En octubre de 2017, con motivo del lanzamiento del renovado billete de 20 pesos, el BCRA hizo un balance del primer año transcurrido desde la incorporación de los billetes de 200, 500 y 1.000 pesos. “En la actualidad, los billetes de menor denominación (50, 20, 10, 5 y 2 pesos), con 1.831 millones de unidades, representan el 28% de la cantidad de billetes circulante, mientras que los de 100 pesos alcanzan el 63% (4.078 millones) y los de 500 y 200 pesos, el 9% (555 millones). Teniendo en cuenta el valor de los billetes, antes de la aparición de los nuevos de 500 y 200 pesos (junio y octubre 2016), los billetes de 100 pesos llegaron a representar el 93% del dinero en circulación. En la actualidad, representan el 60%”.

Sin embargo, a pesar del empeño de la entidad monetaria, la incorporación de los billetes de alta denominación se está haciendo a un ritmo lento. Según datos oficiales, los billetes de 100 pesos todavía representan más del 64% del circulante, mientras que la participación de los papeles de 200, 500 y 1.000 pesos sólo llega a 2,7%, 6,1% y 0,1% respectivamente.

Fuentes bancarias comentaron que la idea del BCRA, en principio, fue distribuir los nuevos billetes en la Ciudad de Buenos Aires y la provincia homónima y tomarse algo más de tiempo para llegar al resto del país. Algunas de las justificaciones que pueden señalarse para entender la situación radican en las dificultades tecnológicas en los cajeros automáticos, sumadas al costo de impresión y distribución que los nuevos billetes suponen para el BCRA.

La lentitud que viene teniendo el proceso hace que persistan los problemas generados en los últimos años por la inflación y la negativa del gobierno anterior a incorporar billetes de mayor denominación, como por ejemplo el rápido agotamiento de los billetes en los cajeros automáticos y las dificultades de los consumidores para conseguir efectivo en determinadas circunstancias.

Economistas consultados por NBS Bancos y Seguros le restaron importancia a la cuestión de la velocidad a la que se están incorporando los nuevos billetes y, por el contrario, se congratularon con la decisión del BCRA de ponerlos en la calle.

José María Segura, Economista Jefe de PwC Argentina, sostuvo: “Un billete de 100 pesos como máxima denominación era de alguna manera insostenible, porque estamos hablando de un billete que hoy representa menos de 6 dólares. Luce como muy pequeño”.

Gabriel Rubinstein, director de la consultora homónima y ex representante del Ministerio de Economía en el BCRA, añadió: “Lo mejor sería, incluso, que hubiera billetes más grandes. Sería bueno que hubiera uno de 2.000 pesos y que haya un poco más de variedad entre los de alta denominación. Y, al mismo tiempo, que los billetes chicos vayan perdiendo relevancia”.

Con respecto a la distribución ideal de los billetes en una economía como la argentina, los especialistas consultados no pudieron aportar cálculos propios aunque sí señalaron algunas cuestiones que se deben tener en cuenta al momento de distribuir el dinero en efectivo. “Se debe tratar de que el costo de impresión para el Estado sea muy bajo y que el costo transaccional de la gente, también. Hay que apuntar a que el manejo del efectivo sea eficiente. El BCRA está detrás de la eficiencia del sistema”, aportó Rubinstein.

El economista y ex director ejecutivo de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires agregó: “Por otra parte, se suele criticar que un circulante de mayor denominación colabora con las operaciones ilegales. Por eso, por ejemplo, en Estados Unidos existe el billete de 1.000 dólares pero solamente se usa entre bancos. En Argentina, por ahora, hay que tener en cuenta que la gente todavía se maneja con muchísimo efectivo”.

Por su parte, Segura argumentó: “Hay dos objetivos contrapuestos. Por un lado, se necesita facilitar las transacciones y, por eso, hay que tener distintas denominaciones. Además, se debe tener en cuenta que la impresión tiene un costo. Como contrapartida, hoy en día es posible reducir la cantidad de circulante físico y eso reduciría la informalidad de la economía. Si eso sucediera, los únicos billetes que se terminarían necesitando serían los de menor denominación, para las transacciones más pequeñas”.

Un viejo problema

No es una novedad para nadie en Argentina que la inflación desvaloriza la moneda. Luego de la salida de la convertibilidad, el avance de los precios –especialmente en los últimos años de la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner– deterioró el valor de los pesos: cada vez se necesitaban más billetes para acceder a igual cantidad de bienes y servicios.

La inflación se sumaba, además, a una economía argentina con porcentajes de informalidad (los cálculos más conservadores hablan de un 30% del producto bruto en negro) tan altos como su demanda de dinero en efectivo. Frente a esa situación, las entonces autoridades del Banco Central y del Ministerio de Economía decidieron imprimir mayor cantidad de billetes.

El billete de 100, el de mayor denominación en ese momento, fue el que empezó a imprimirse con mayor celeridad. En diciembre de 2008, los billetes de 100 pesos representaban el 44,6% del circulante. Su participación en el total fue creciendo hasta fines de 2015, cuando rozó el 70% del total del circulante.

La liberación del cepo cambiario hizo que a finales de 2015 el valor del dólar se ubicara en 13,40 pesos. De esta manera, el billete de 100 pesos –que en la convertibilidad supo ser equivalente a 100 dólares– pasó a tener un valor de poco menos de 7,50 dólares. Las nuevas autoridades del BCRA tomaron nota de la situación y pronto lanzaron los billetes de alta denominación.

Mayor eficiencia en el manejo del efectivo

Más allá de la incorporación de la nueva familia de billetes, el BCRA tomó varias decisiones que apuntan a lograr una mayor eficiencia en el manejo del efectivo.

Una de las primeras medidas fue la creación del canje interbancario de billetes a través de una plataforma electrónica. Antes de eso, cuando los bancos que suelen recibir mayores cantidades de efectivo acumulaban más dinero físico que el necesario lo enviaban al BCRA. Allí, se transformaba en un depósito electrónico en la cuenta del banco en el BCRA y era la autoridad monetaria la encargada de enviar esos billetes a los bancos que los requirieran. Desde febrero de 2017, el BCRA dejó de intermediar entre las necesidades de efectivo de sus regulados y dispuso que ellos mismos negocien los billetes en una plataforma electrónica.

Por otro lado, el BCRA encaró el proceso de destrucción de billetes deteriorados. Según la última información que brindó la entidad, ya se destruyeron 1.000 millones de billetes de todas las denominaciones, en especial de 100 pesos. “El objetivo del BCRA es normalizar y reducir el efectivo en poder de los actores económicos, al mismo tiempo en que se sigue extendiendo el uso de los medios electrónicos de pago”, dijo el organismo en un comunicado.

Asimismo, la entidad anunció, semanas atrás, que sacará de circulación los billetes de 2 pesos, que dejarán de tener vigencia a partir de mayo de este año. Serán reemplazados por las monedas de igual denominación que ya están en circulación y por las nuevas, que tendrán la imagen del palo borracho. Estas se empezarán a distribuir en los próximos meses junto con las nuevas monedas de 1, 5 y 10 pesos, que coexistirán con los billetes de igual valor que están en circulación. “Al tratarse del billete de menor denominación, el papel de 2 pesos sufre un deterioro más veloz que el resto de los billetes. Esta dificultad se solucionará con el reemplazo por monedas, cuya vida útil es muy extensa”, explicó el organismo que conduce Federico Sturzenegger.

El BCRA sabe que la normalización del circulante será un proceso que llevará varios años y, por eso, lo está encarando al mismo tiempo que modifica la normativa vigente para favorecer la utilización de los medios electrónicos de pago. En los últimos dos años, la entidad impulsó la creación del DEBIN, el Botón de Pago, la Billetera Electrónica y el POS móvil. También lanzó el Alias CBU y dispuso la gratuidad de las transferencias electrónicas. Además, para incentivar el uso de las tarjetas de débito y crédito, el BCRA realizó una reducción en la tasa de intercambio (la comisión que los bancos emisores de tarjetas cobran a los comercios por cada transacción) para generar el clima propicio para una mayor competencia en el negocio de los plásticos.

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