A medida que el planeta se enfrenta a crecientes desafíos climáticos y geopolíticos, la COP29 en Bakú se perfila como una cumbre decisiva. Del 11 al 22 de noviembre, gobiernos, líderes globales y organizaciones debatirán en la capital de Azerbaiyán nuevas metas de financiamiento climático y estrategias para acelerar la transición hacia energías limpias.
La urgencia de dejar atrás los combustibles fósiles, impulsar la adopción de tecnologías bajas en carbono y asegurar una transición justa marcarán el ritmo de las negociaciones.
Qué dejó la COP28
Para comprender y avanzar en el rumbo que se tomará en la COP29 es imprescindible delinear los resultados y metas fijadas en la cumbre anterior, la COP28. En ese sentido, Micaela Carlino y Daniel Perczyk, de la Fundación Di Tella, elaboraron un documento que permitirá entender dónde se pondrá el foco la nueva cumbre y cuáles serán las principales barreras.
Como parte de las conclusiones de la COP28 quedó claro que es crucial triplicar la capacidad mundial de generación de energía renovable y, al mismo tiempo, duplicar la tasa de mejora en la eficiencia energética global de cara al 2030.
Para alcanzar este objetivo, es necesario abandonar gradualmente los combustibles fósiles en los sistemas energéticos, de manera que se logre una transición justa y equitativa.
La producción de hidrógeno con bajas emisiones de carbono jugará un papel crucial en esta transformación.
Parte de este esfuerzo incluye impulsar con mayor rapidez el desarrollo y la implementación de tecnologías de bajas o nulas emisiones, como las energías renovables y la energía nuclear. También la producción de hidrógeno con bajas emisiones de carbono jugará un papel crucial en esta transformación.
El documento destaca que en la anterior cumbre se logró un hecho histórico, en tanto por primera vez las naciones coincidieron en la necesidad de “dejar fuera” de la economía global los combustibles fósiles para alcanzar, finalmente, emisiones netas cero hacia el 2050.
“Lo que constituye la primera vez que los combustibles fósiles han sido mencionados explícitamente en la historia de los acuerdos alcanzados en las conferencias de las Partes. No obstante, en iteraciones posteriores deberán acotarse aspectos y medios para su implementación, para materializarlo”, señalan.
Qué esperar de la COP29
Se espera que la agenda de negociaciones en esta COP29 esté definida por dos grandes temas. Uno de ellos es el financiamiento climático y los nuevos acuerdos que se den en relación al new collective quantified goal on climate finance (NCQG), el aporte que los países desarrollados deben hacer en función de las responsabilidades históricas de cada uno en la crisis climática.
Micaela Carlino explica a NBS que en el Acuerdo de París se creó el Fondo Verde del Clima, donde los países desarrollados se comprometieron a desembolsar 100.000 millones de dólares al año para impulsar acciones de mitigación y adaptación en los países en desarrollo.
Sobre este punto, el informe de Carlino y Perczyk destaca que las necesidades en las economías emergentes y en desarrollo, menos China, se elevarán a unos dos billones de dólares por año en el 2030. Una cifra bastante alejada de los 100.000 millones planteados inicialmente.
“Lo cierto es que esos desembolsos se demoraron a tal punto que ahora ya hay que comenzar a discutir nuevamente cuál debería ser el nuevo monto de ese fondo y a qué velocidad se tiene que desembolsar para que no suceda lo mismo. Así surge el new collective quantified goal. Además, se va a discutir qué otros países que hasta ahora no aportaban a esos fondos deberán empezar a hacerlo”, explica Carlino.
Katiana Murillo, coordinadora de LatinClima, red de comunicación en Cambio Climático, añade que, en la región la necesidad de financiamiento es enorme y la capacidad de los países es muy reducida, es por eso que también estará en la mesa de discusiones la posibilidad de considerar otros mecanismos para obtener flujo financiero, como el canje de deuda.
El otro tema es la acción climática y la definición de las nuevas contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC, por sus siglas en inglés), que se redefinen cada cinco años y deben volver a presentarse para el 2025.
Carlino explica que las NDC deberían funcionar como una especie de hoja de ruta de las inversiones que tienen que hacer los países para usar, de manera eficiente, los recursos financieros y poder implementar estrategias de transformación que logren la meta de reducción de emisiones al 2030 y, en algunos casos, que alcancen la carbono neutralidad en 2050, otro de los compromisos asumidos por algunos países.
Sobre la redefinición de las NDC, Daniel Perczyk aclara que, si bien el tema financiero es clave para acelerar el proceso de reducción de emisiones y de adaptación al cambio climático, aún cuando haya más fondos disponibles, el desafío será la transformación del sector privado y financiero, dos actores claves para la ejecución de proyectos que vayan en ese sentido.
“Los países están asumiendo sus compromisos y definen sus metas, pero eso hay que traducirlo, en la práctica, en una adecuación de un marco regulatorio alineado con la reducción de emisiones y también del sector financiero, que aporta capital a los privados, para que estos se vuelquen a este tipo de proyectos y no a otros de tecnologías carbono intensivas”, señala Perczyk.
En la misma línea, para Murillo cada país tiene que evaluar qué es lo que está haciendo para que todo vaya en la línea de un desarrollo bajo en emisiones, y adaptado y resiliente al clima. Eso pone sobre la mesa la necesidad de revisar los grandes subsidios que todavía tienen los combustibles fósiles. “Si queremos economías más bajas en carbono, eso va justamente en sentido contrario”, añade.