En 1953, el economista estadounidense Howard R. Bowen introdujo por primera vez el concepto de RSE en su libro Social Responsibilities of the Businessmen. Allí instaba a las organizaciones a abrazar el compromiso de contribuir a la sostenibilidad económica, social y medioambiental de la sociedad en la que operan, con el fin de devolverle lo que ella les brinda.
Esta visión ética de los negocios involucra también el compromiso de las empresas a contribuir a la mejora de la calidad de vida de la comunidad local en la que se inserta, es decir, sus clientes, proveedores y colaboradores.
Otro concepto usado hoy en día es el de responsabilidad social corporativa (RSC). Pero ¿en qué se diferencian? La RSC comprende empresas, corporaciones y todo tipo de organizaciones, independientemente de su tamaño, actividad o sector; mientras que la RSE (o responsabilidad social empresaria), sólo incluye empresas.
Respecto al significado de sustentabilidad y sostenibilidad, si bien son similares, no son lo mismo. El desarrollo sustentable refiere a un proceso que, centrado en el uso racional de los recursos naturales, busca alcanzar un equilibrio entre su explotación y el medioambiente, evita alterar la conservación y el estado en el que se encuentran, y protege los sistemas naturales y la calidad de vida de las personas. La reutilización y el reciclaje de objetos y materiales están íntimamente relacionados con este concepto; al igual que la implementación de energías y tecnologías limpias.
Por su parte, el desarrollo sostenible es un concepto creado por la Comisión Mundial de Ambiente y Desarrollo de las Naciones Unidas (ONU) con el objetivo de erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos a partir del progreso socioeconómico, teniendo en cuenta los cambios que experimentan las sociedades. Podemos verlo plasmado en los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 de la ONU.
Integrar la estrategia de inversión a la sociedad
“Ante la demanda de la sociedad por una operación sustentable y sostenible emerge la necesidad de incorporar indicadores y ratios medibles —como parte de la información pública de las entidades— con el fin de establecer reglas de medición y normas de gestión específicas que muestren, en los hechos, estos logros por parte de los distintos actores involucrados”, comenta Alejandro Chiappe, socio líder de Advisory en Grant Thornton Argentina y referente de Sustentabilidad y ESG.
Es así que los criterios ambientales, sociales y de gobernanza (ESG) comenzaron a resonar con fuerza, ya que proporcionan clasificaciones específicas en materia de sostenibilidad empresarial que la RSE no brindaba.
Sin embargo, no fue hasta el año 2004 que este concepto fue oficialmente mencionado en el informe conjunto de la ONU e instituciones financieras, A quién le importa, gana (Who cares wins). “La aplicación de políticas ESG y su demostración tiene también impactos económicos y de capital abriendo la puerta al acceso a fondos en mercados de capitales orientados al financiamiento de estas iniciativas con costos altamente competitivos.”
Similitudes y diferencias entre RSE y ESG
Los dos enfoques de sostenibilidad priorizan la preocupación por el ambiente y la sociedad en la que opera la empresa. Una organización puede implementar ambos al considerarlos complementarios, ya que colaboran con la gestión del impacto de la organización en su comunidad.
En relación a las diferencias, la RSE tiene un fuerte sustento en lo filantrópico y ético y se centra más en las acciones voluntarias que van más allá de las exigencias de la ley. En cambio, el ESG, surge desde la comunidad inversora para identificar los rendimientos ajustados al riesgo (en base a una matriz de factores ambientales, sociales y de gobernanza) y destaca la relevancia para las oportunidades de capital.
Dado que el enfoque implica objetivos medibles, los reportes de sostenibilidad basados en ESG permiten presentar datos cuantitativos. En contraposición, aquellos basados en RSE, presentan información cualitativa sobre el impacto social y sirven para comunicar externamente los objetivos y logros con respecto al desarrollo sostenible.
“La integración de los elementos de ESG en las prácticas empresariales se ha vuelto fundamental en el panorama actual. Las empresas que adoptan un enfoque responsable y generan un impacto positivo en su entorno tienen mayores posibilidades de construir una reputación sólida, atraer inversionistas comprometidos y generar resultados financieros sostenibles a largo plazo”, sostiene Chiappe.
Panorama en Argentina
“En Argentina, la implementación de normativas tributarias relacionados con la sustentabilidad se encuentra relegada por otras cuestiones económicas y fiscales que ocupan la agenda. Sin embargo, algunos distritos cuentan con regulaciones que otorgan beneficios o incentivos a las prácticas e iniciativas amigables con el medioambiente y la sustentabilidad en las operaciones”, comenta Julia Adano, socia líder de Impuestos de Grant Thornton Argentina.
A nivel país, existen diferentes leyes y decretos que promocionan la producción y el uso de energías renovables. “Una de las que podría beneficiar a empresas y sujetos de cualquier industria podría ser la Ley Nacional de Generación Distribuida. Esta ley fomenta la generación de energía por fuentes renovables para el autoconsumo y la inyección de excedentes a la red mediante certificados de crédito fiscal y el otorgamiento de préstamos, incentivos, garantías y aportes de capital para la implementación de sistemas de generación distribuida de origen renovable”, explica.