La persistente debilidad del comercio exterior argentino
Comercio exterior argentino

11 Sep, 2023

En 2022 Argentina logró su récord histórico —medido en dólares corrientes— de exportaciones: 103.402 millones (al sumar 88.515 millones de ventas exteriores de bienes y 14.887 millones de ventas exteriores de servicios).

Sin embargo, esa cifra representó sólo 0,32% del total mundial, que alcanzó el récord de 32 billones de dólares. Nuestro país superaba cómodamente el porcentaje logrado en 2022 cuando inició el siglo XXI. Y lo duplicaba en la década de los 60 del siglo pasado. Pero lo sextuplicaba cuando transitaba mediados del siglo pasado.

El mundo ha desarrollado en los últimos años —pese a pronósticos agoreros en contrario— una intensificación de negocios suprafronterizos que ha sido mucho mayor que en Argentina. La relación entre exportaciones totales y PBI en el planeta ronda el 30%, mientras que en Argentina oscila en la mitad de ese porcentaje. Según el Banco Mundial, Argentina estuvo entre los 20 países con menor relación entre exportaciones y PBI en el planeta en los registros de 2022.

La participación argentina en el total del comercio mundial es débil más allá de algún buen año (los datos de 2022 están influidos por una inusitada alza en los precios internacionales de commodities ocurrida luego de la invasión rusa a Ucrania). Del mismo modo, el país queda muy frágil ante circunstancias desfavorables. Este 2023, con la caída en las ventas externas surgida de la sequía, nuestra participación en el total mundial será la menor de la historia: alrededor de 0,25%.

El ratio exportaciones per cápita en nuestro país es casi 20% menor que el promedio de Latinoamérica y es, en nuestra región, inferior a los de Uruguay, Chile, México, Panamá, Costa Rica, Perú, Paraguay y Ecuador.

Puede aspirarse, sin exagerar, a que nuestra relevancia en el comercio mundial se duplique y llegue a 0,6% del total. Pero para ello deben ocurrir acontecimientos que van mucho más allá del voluntarismo que está detrás de consignas que suelen escucharse, como ahora, en cada campaña electoral.

Argentina no enfrenta un problema de demanda externa. Por lo que una mejora en sus resultados requiere incrementar su producción exportable. En cantidad y en calidad.

Ello supone un primer requisito: mayor inversión, adelantos tecnológicos y calificación de la oferta. Todo esto no puede ocurrir sin un entorno local mejorado: estabilización, desregulación, despolitización.

Pero lo referido se conjuga con un segundo requisito: más negocios externos exigen mejor participación de empresas argentinas en las redes internacionales de creación de valor. Lo que nos enfrenta a un doble requisito: la política argentina debe apurar la celebración de tratados económicos y comerciales de integración de mercados que permitan —con terceros países— una reducción arancelaria, la confluencia regulatoria y una sistémica integración externa. Y, a la vez, las empresas deben implementar estrategias de participación integral y regular en alianzas con socios, clientes, proveedores, inversores y financiadoras como parte de los nuevos ecosistemas complejos externos.

Mejores resultados en la participación exterior, por ende, suponen no sólo aspirar a vender más, sino a lograr asociaciones que permitan relacionamientos integrales.

Numerosos esfuerzos están pendientes para una mejora sistémica: institucionales, regulativos, macroeconómicos, empresariales, de política exterior.

Estamos ante la chance de un nuevo inicio en este año electoral. Lo que nos enfrenta a la oportunidad del cambio, aunque también ante el riesgo de una reincidencia en una simplificación voluntarista.

Marcelo Elizondo, chairman del Comité argentino de la International Chamber of Commerce (ICC).
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