Los cambios económicos que se vienen con Trump
Las promesas del nuevo presidente abren un horizonte de mayor proteccionismo global y encarecimiento del dólar. Asimismo, la incertidumbre sobre la factibilidad de su programa genera incógnitas en un mundo de lento crecimiento. Un panorama más complicado para los emergentes. La asunción de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos abre muchas incógnitas sobre […]

15 Ene, 2017

Las promesas del nuevo presidente abren un horizonte de mayor proteccionismo
global y encarecimiento del dólar. Asimismo, la incertidumbre sobre la factibilidad de
su programa genera incógnitas en un mundo de lento crecimiento. Un panorama más
complicado para los emergentes.

La asunción de Donald Trump como presidente de los Estados Unidos abre muchas incógnitas sobre el futuro de la economía global. Llegó el momento de poner en práctica sus estridentes y controvertidas promesas de campaña, despertando temor en muchos y esperanza en todos aquellos desencantados con la evolución de la globalización en los últimos años. Por lo pronto, frente a este evento histórico, en las semanas previas a la asunción del nuevo mandatario, como indicó Emilio Ocampo, economista, historiador y profesor en la UCEMA, las “señales fueron bastante contradictorias. Durante la campaña declaró que adoptaría políticas proteccionistas, abandonaría el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (ATCE) y renegociaría el NAFTA (North American Free Trade Agreement); y el nombramiento de Peter Navarro como asesor en temas comerciales parece confirmar que así lo hará. Pero Wilbur Ross, Secretario de Comercio, es un multimillonario ex banquero cuyas ideas sobre el tema son, por ahora, poco conocidas. Y, por otro lado, Rex Tillerson, su Secretario de Estado, es partidario del libre comercio y apoyó las negociaciones del ATCE mientras era el CEO de ExxonMobil”. “Asimismo –agregó el especialista–, entre las promesas de Trump se incluye un plan para reactivar la economía y alcanzar una tasa de crecimiento del 5% anual. Como en otros aspectos de su política económica, los detalles brillan por su ausencia pero, en la medida en que este plan tenga un componente de obra pública, inevitablemente significará un deterioro del equilibrio fiscal. Sin embargo, Mick Mulvaney –a quien Trump nombró director de la Oficina de Gestión y Presupuesto de la Casa Blanca– es conocido como un partidario de la austeridad fiscal”. “De todos modos, más allá de estas consideraciones, el mercado ha interpretado que vamos hacia un escenario de tasas de interés más altas y un dólar más fuerte. El 7 de noviembre, cuando el consenso apostaba a una victoria de Hillary Clinton, el rendimiento del Bono a 10 años del Tesoro de Estados Unidos era 1,83% y hoy está en 2,40%”, indicó Ocampo. Partiendo de este punto, el economista Luis Palma Cané, presidente de Fimades, remarcó que los posibles efectos de las políticas de Trump hay que analizarlos, en principio, “con el supuesto de que hará lo que dijo que va a hacer. Luego deberá verse cuánto de ello es factible de ser llevado a cabo. Por eso se espera una suba del déficit fiscal de los Estados Unidos, en consecuencia mayor presión del gobierno norteamericano sobre el financiamiento de su propio déficit, tomando más deuda y con una suba de tasas más rápida que la esperada antes de las elecciones, lo que ya se va comprobando con la tasa a diez años. De esta manera, nos encontraremos con un dólar fuerte y, por tanto, una baja en los precios de las commodities, salvo el petróleo por los recortes de oferta. En una primera etapa habría un incremento de la actividad por la política de suba del gasto y baja de los impuestos pero, a su vez, en la economía global se verá una tendencia a un mayor grado de proteccionismo, altamente peligrosa por las posibilidades de represalias a nivel comercial o vía tipo de cambios”. Por su parte, Roberto Bouzas, economista y rector de la Universidad de San Andrés, destacó que “la dirección general parece más o menos clara, pero hay bastante incertidumbre sobre la intensidad de ese movimiento. El gran interrogante es la fidelidad que el nuevo presidente mantendrá con su discurso y sus promesas de campaña. La dirección general previsible es la de una economía norteamericana en expansión, con tasas de interés algo más elevadas, un dólar más fuerte, un déficit fiscal más elevado y tensiones comerciales crecientes. Las diferencias en la intensidad de esta dirección general se pueden ilustrar con un ejemplo: el tratamiento que el gobierno norteamericano dará a China. No hay duda de que las relaciones comerciales con ese país serán más tensas. Pero la política norteamericana podrá oscilar entre acciones más agresivas de protección contingente, a través, por ejemplo, de la aplicación de derechos antidumping a productos específicos, o medidas más radicales, como la designación de China como una ´economía que manipula su tipo de cambio´ y la consecuente aplicación de medidas más abarcativas”.

Integración en jaque

Existe una coincidencia generalizada en que la presidencia de Donald Trump va a afectar el proceso de integración económica internacional que se viene dando en las últimas décadas. Para Bouzas, “lo más factible es una interrupción en los procesos de integración antes que un retroceso significativo, aunque todo dependerá de la intensidad con que aplique su programa. De nuevo, en un escenario radical uno podría prever un intento de renegociación del NAFTA, algo que muy probablemente generaría fuertes tensiones con México. En un escenario más moderado podría esperarse una política comercial más ´agresiva´ sobre una base que se verá caso por caso. El Acuerdo Transpacífico muy probablemente quedará en los papeles por algunos años, al menos en lo que toca a la participación de Estados Unidos”. Palma Cané prevé también un escenario de aumento del proteccionismo mundial, ya que el nuevo mandatario de Estados Unidos declaró “que va a revisar el NAFTA, que no hará pasar por el congreso el Acuerdo Transpacífico y que abandonará las negociaciones con Europa por el tratado de libre comercio que se vienen llevando a cabo desde hace seis años. Este acuerdo implicaría un cambio radical en el libre mercado del mundo al juntarse las primeras economías del globo tras un proyecto comercial en común. De este modo, Trump promete un aumento del proteccionismo de la industria nacional, basado en un esquema de hace 50 años, lo que es un error tremendo, siendo que la economía que hoy crece en los Estados Unidos es la de la alta tecnología y servicios y no la de la vieja industria. Si hace la mitad de lo que dijo, ya estamos en problemas. Pero se esperan también contrapesos desde el poder judicial y legislativo que, seguramente, van a atemperar en algo estos errores”. Aparte del avance proteccionista, el especialista advirtió sobre el traslado del eje de acercamiento desde China hacia Rusia, “al nombrar como Secretario de Estado a Tillerson, vinculado con ese país a través de Exxon- Mobil. Considero que esta reorientación es un error, teniendo en cuenta que China cambió su esquema de política internacional mientras que Vladimir Putin impulsó a Rusia en su rol más imperialista, con la toma de Crimea y con la triple alianza entre Rusia, Siria e Irán para despejar Aleppo y seguir matando gente. Pero habrá que ver cuán factible es su programa. China puede subir los aranceles como reacción y salir a vender los bonos de deuda norteamericana. No es una empresa de Trump en la que hace lo que quiere”. Ocampo coincidió en que “todo indicaría que vamos hacia un mundo más cerrado comercialmente. Pero aquí también las señales son contradictorias. En la visión de Trump sólo se trata de negociar duro con China. Veremos qué es lo que ocurre cuando se choque con la realidad. Si vamos hacia un mundo más proteccionista, como el que prometió en su campaña, veremos una desaceleración de la economía mundial”. Los especialistas cuestionaron que una economía más cerrada pueda contribuir, como plantea el nuevo presidente de Estados Unidos, a una mejora en la situación de los trabajadores no calificados del país. “Trump es un clásico líder populista que propuso una solución sin costo a problemas estructurales. Mejorar la situación de los trabajadores blue collar requiere inversiones en capital humano cuyos resultados se verán después de muchos años”, enfatizó Ocampo. En la misma línea, Palma indicó que, “para mejorar la situación de los trabajadores norteamericanos, la mejor manera es abrir la economía, lograr un mayor crecimiento y darles una capacitación acorde con las nuevas tecnologías. Así se reacomodaría la situación de los no calificados. No se puede mejorarla cerrando la economía y con menor crecimiento”.

Bouzas agregó que “en el corto plazo esa política puede tener algún efecto positivo, pero la única manera de mejorar en el mediano y largo plazo la situación de los trabajadores norteamericanos no calificados es subsidiarlos o calificarlos. Es fácil decirlo pero es difícil hacerlo. Subsidiarlos implica generar transferencias de recursos importantes y es mucho mejor si se hacen a través de subsidios directos que a través de la protección. Calificarlos significa tiempos que probablemente se miden en décadas y no en años”.

¿El fin de la globalización?

Junto al Brexit y al conflicto con los inmigrantes en Europa, la victoria de Trump es vista por algunos como una expresión más del agotamiento de la globalización. Para Ocampo, efectivamente “estos eventos sugieren el principio del fin de la segunda era de la globalización que comenzó en 1990 y que tuvo como principales beneficiarios a las economías emergentes que se integraron exitosamente al comercio mundial, como China, India, Corea del Sur, Indonesia, México y Brasil”. Bouzas, por su parte, considera que “el Brexit y la victoria de Trump más que el fin de la globalización representan la moderación del discurso de la globalización como panacea, para no usar una palabra tan radical como fin. El proceso de globalización siempre tuvo dos facetas: una faceta de mercado y una faceta de política. La primera hace referencia a las tendencias de fondo a la creciente integración, producto de los cambios tecnológicos que reducen las distancias económicas y facilitan la interacción. Esta es una tendencia estructural y, si bien es influida por la política, no depende exclusivamente de ella. La segunda faceta de la globalización es la de una colección de recetas normativas. Esta última faceta es lo que está en cuestionamiento en la actualidad. Ciertamente, la agenda política puede generar bloqueos en el proceso de globalización impulsado por el mercado, pero difícilmente pueda revertirlo radicalmente, a menos que caigamos en un escenario de fragmentación global. Mi impresión es que en esta etapa lo más que puede hacerse en términos predictivos es identificar los escenarios posibles: quien diga que vamos a la fragmentación o a una profundización de la globalización inevitablemente está basándose más en preferencias o predicciones aventuradas que en información objetiva”. “Se dice, con razón, que la globalización no derramó en forma pareja en todos los sectores los beneficios generados. La desigualdad aumentó pero no por ello hay que anular la globalización sino más bien profundizarla, con políticas fiscales para que aquello no ocurra. El 2017 va a marcar una fuerte incertidumbre política a partir del ascenso de hace un año y medio de partidos nacionalistas de extrema derecha, xenófobos, contrarios a la globalización, las migraciones y el librecambio. Ahora vienen elecciones y hay que estar muy atentos. No vislumbro que puedan ganar, salvo en Austria y Holanda, que son economías chicas, pero brindan un factor más de incertidumbre, por el resurgimiento de estos partidos sobre la base de un sector castigado que no logró participar del incremento de ingresos”, agregó Palma Cané.

El impacto en Argentina

En cuanto a los efectos que este nuevo contexto internacional puede generar en nuestro país, existe cierto consenso de que habrá un panorama más complicado ante un encarecimiento del financiamiento externo y una tendencia a la baja en los precios de los commodities que la Argentina exporta. Ocampo indicó que, “luego de una década de fuerte viento de cola, que alcanzó su máxima intensidad a mediados de 2012, la economía argentina comienza a enfrentar viento en contra. Todo sugiere que el mundo de tasas de interés inusualmente bajas y precios de los commodities inusualmente altos se terminó. El populismo kirchnerista dilapidó una oportunidad histórica para salir de la decadencia que se inició hace poco más de setenta años. Lamentablemente, el escenario que se perfila hará mucho más difícil avanzar con las reformas estructurales necesarias para que la economía argentina crezca de manera sostenida. Y, si no logramos el consenso necesario para hacer esas reformas, la decadencia se profundizará y en 20 años estaremos peligrosamente cerca de donde hoy está Venezuela. Es decir, con una degradación total de las instituciones políticas, un colapso económico-financiero y una tasa de pobreza cercana al 75%”. Palma Cané remarcó, por su parte, que “ya es un dato el aumento en el costo de financiación, como puede observarse en la tasa del Bono del Tesoro a 10 años. Y Argentina necesita financiar con deuda externa los vencimientos de capitales en 2017 y enfrentar un rojo fiscal que le costará así más salida de caja. Además, si Trump avanza en su esquema proteccionista también se verán truncados los planes de integración de la gestión de Macri”. “Sin duda, la Argentina enfrentará un escenario financiero internacional bastante más restrictivo que el festival de bajísimas tasas de interés de los últimos años. Esto no es necesariamente dramático, en la medida en que, para una sociedad con una tendencia a recaer fácilmente en la dependencia del financiamiento externo, enfrentar condiciones financieras menos atractivas no deja de tener un costado positivo. Un dólar fuerte, por otro lado, generalmente se asocia con menores precios de las commodities. La intensidad de este efecto, sin embargo, dependerá del ritmo de crecimiento de la demanda global y su impacto sobre los mercados de commodities. De lo que no cabe duda es que en el plano comercial habrá más y no menos tensiones. Pondría pocas expectativas en la posibilidad de tener una agenda ambiciosa de negociaciones comerciales externas. Y no sólo porque el ambiente externo probablemente no sea receptivo. Básicamente, porque el foco debe ponerse en la economía doméstica. La ilusión de que podemos hacer las reformas necesarias ´empujados´ por acuerdos internacionales es intentar tomar un atajo que no nos lleva a ninguna parte y sólo nos hace desviar la atención de lo realmente importante”, enfatizó Bouzas.

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