En las últimas semanas empezó a disiparse lentamente la tranquilidad que había predominado en el mercado cambiario a lo largo de la primera mitad del año, tiempo en el que el Banco Central estuvo acumulando reservas sistemáticamente y el precio del dólar se mantuvo estable en sus distintas variantes.
Desde finales de abril los dólares financieros subieron entre un 7% y un 9%, y el informal más del 13%, en tanto que las reservas tocaron un máximo de 42.720 millones de dólares el 14 de junio, y desde entonces no volvieron a superar esa cifra.
El Gobierno sigue pateando la solución de los graves problemas de la economía para más adelante y esto no es gratuito.
En la medida en que mantenga esta postura, podrá haber períodos de calma, pero cada tanto va haber un evento que va a perturbarla, y amenazará con generar una nueva ronda de inestabilidad.
Mientras tanto, la inversión permanecerá completamente deprimida y el estancamiento que presenta la economía argentina desde el 2011 se perpetuará. Es que en ese contexto de indefinición, los inversores y los analistas económicos están más preocupados por discernir cuánto va a subir el dólar en los próximos meses en los distintos segmentos y cuándo lo hará, en lugar de buscar las mejores oportunidades para poner en marcha proyectos productivos que generen crecimiento y empleo.
Y no se trata de desconocer el impacto negativo de la pandemia, que encontró a la economía argentina en una situación particularmente frágil tras varios años de mala gestión. Lo que preocupa de cara al futuro es la incapacidad de la actual administración para, por lo menos, trazar un rumbo, manifestar una intención y asumir compromisos. Para colmo, el único funcionario que parecería entender la necesidad de esto, el ministro de Economía Martín Guzmán, quedó fuertemente debilitado tras la interna que lo enfrentó semanas atrás con su subsecretario de Energía Eléctrica.
En tanto y en cuanto no se encare con convicción y credibilidad un ordenamiento de la economía que restablezca la solvencia del sector público y le dé un marco de previsibilidad a la rentabilidad del sector privado, el dólar continuará siendo la variable de ajuste y la especulación en torno a su cotización seguirá ocupando un lugar desmedido en la realidad económica de nuestro país.
Es necesario que la sociedad argentina entienda esto y le exija a la clase política avanzar en esa dirección para dejar de vivir, de una vez por todas, bajo el imperio de la moneda americana.