Las estrategias de las empresas para enfrentar el riesgo hídrico
Uno de los grandes desafíos del sector privado es alinearse con el paradigma del triple impacto. Qué acciones están poniendo en marcha las empresas.

16 May, 2023

Si bien en el planeta existe una gran cantidad de agua disponible, sólo el 2,5% es de fácil acceso para consumo. En Argentina, la mayoría del agua superficial se encuentra en la cuenca del Río de la Plata, mientras que en las provincias áridas y semiáridas menos del 1% del total del agua es superficial.

Según el Servicio Meteorológico Nacional, el 2022 se ubicó en el puesto 20 de los años más cálidos registrados hasta el momento en el país. Asimismo, de septiembre a diciembre del año pasado se recibió sólo el 44% de la precipitación media anual, lo que representa el menor valor en 35 años.

“En los primeros tres meses del 2023 las lluvias fueron muy escasas. Recién a finales de marzo comenzaron a ocurrir algunas precipitaciones en la zona núcleo que ayudaron a recuperar un poco la humedad del suelo”, comentó el Servicio Meteorológico Nacional.

El impacto de la sequía

Según el Reporte de riesgos globales de 2023, realizado por el Foro Económico Mundial, los eventos extremos en el clima y los desastres naturales son el segundo riesgo más severo en los próximos dos años.

“En Argentina, los primeros impactados por la sequía fueron los productores, principalmente en la zona núcleo agrícola y sus alrededores”, indicó Jorge Mercau, coordinador del programa nacional de ecofisiología y agroecosistemas del INTA. “Muchas empresas de producción agrícola suelen usar gran parte de su capital para producir todos los años y en este contexto quedaron expuestas a un grave problema financiero y económico. Es posible que en esa región se desencadenen quiebras de empresas en la medida en que esos productores no dispongan de apoyo en la emergencia y, sobre todo, no tengan acceso a financiamiento para producir en la nueva campaña”.

“La segunda escala de atención fueron los pueblos y ciudades del interior, que en gran medida dependen del sector agrícola y sus proveedores directos de servicios, tales como la venta de insumos y maquinaria, los talleres, la cosecha y el transporte”, explicó Mercau. “El tercer nivel de afectación fue el país en general, dado que la producción agrícola es la responsable mayoritaria del ingreso neto nacional de divisas.”

Estrategias de adaptación

Por el lado de la industria, Pablo Vernengo, director ejecutivo de Economías Regionales de la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), remarcó que el gran desafío en el país es alinearse con el paradigma de triple impacto: “Es decir, hacer negocios acompañados de una conciencia social y ambiental. Realizar un uso y manejo eficiente del agua es clave para lograr industrias sostenibles. Es importante evitar el desperdicio del agua a través de la adopción de buenas prácticas e implementar estrategias de reutilización y soluciones integrales para el tratamiento del agua”.

Para Sandra Pérez, gerente de producto Latam de Amanco Wavin, también es un desafío repensar los sistemas de gestión de agua: “Los sistemas tradicionales (que se basan en la recolección del agua precipitada, la vuelcan en grandes tuberías y la llevan lejos para descargarla en algún cuerpo receptor que puede estar a muchos kilómetros de distancia) dejan de ser 100% efectivos ante lluvias extraordinarias, y no dan una solución adecuada frente a los períodos de escasez. Por lo tanto, deben ser complementados por otros sistemas del tipo estructural y por medidas no estructurales como, por ejemplo, el trazado urbano y planes de contingencia”.

A su vez, Vernengo también hizo hincapié en contemplar los riesgos asociados al cambio climático, particularmente el riesgo hídrico, en el análisis de sustentabilidad de las empresas. “Es necesario hacer un uso responsable y cada vez más eficiente del agua, además de planificar mejoras tecnológicas y operativas para el mediano y largo plazo”.

“La producción agropecuaria es un sector muy afectado por la variabilidad climática y potenciar su capacidad de adaptación requiere una mirada integral. Los años que son buenos para la agricultura permiten construir empresas más resilientes, es decir que ser recuperan mejor cuando enfrentan los años malos, por sequías o excesos, que son parte de la variabilidad del clima”, reflexionó Mercau.

“La campaña que pasó fue excepcionalmente seca, con efectos exacerbados por altas temperaturas y alta demanda en meses claves para la producción, e hizo muy difícil lograr una estrategia exitosa aún con las herramientas de gestión del agua. Sin embargo, diversificar y evaluar la oferta del agua disminuyó el impacto. Debemos seguir utilizando las herramientas de gestión del agua y mejorarlas año a año», concluyó.

Jorge Mercau, Pablo Vernengo, Sandra Pérez
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