Política monetaria: reminiscencias de 4 décadas atrás
Hacia junio de 1977, preocupado por una inflación que, a pesar de los distintos intentos por contenerla, se mantenía en un nivel elevado, el equipo económico liderado por José Alfredo Martínez de Hoz decidió poner en marcha una política monetaria contractiva. Las tasas de interés nominales llegaron a subir hasta cerca del 400% anual, con […]

1 Dic, 2017

Hacia junio de 1977, preocupado por una inflación que, a pesar de los distintos intentos por contenerla, se mantenía en un nivel elevado, el equipo económico liderado por José Alfredo Martínez de Hoz decidió poner en marcha una política monetaria contractiva. Las tasas de interés nominales llegaron a subir hasta cerca del 400% anual, con una inflación que cerró el año en el 160%. Esta política se extendió hasta abril de 1978, cuando, bajo la presión de las autoridades militares, fue abandonada.

La estrategia no hizo mella en la inflación, que no sólo no bajó sino que aumentó: pasó de 22,1% en el segundo trimestre de 1977 a 27,2% en el tercero y 33,2% en el cuarto. Y tuvo un impacto negativo sobre la actividad económica que, tras crecer un 6,39% en 1977, registró una caída del 3,22% en el año siguiente.

Las decisiones que vienen tomando las autoridades del Banco Central en las últimas semanas evocan inevitablemente la experiencia de aquel entonces. Nuevamente, ante la frustración por no lograr avances decisivos contra la inflación, la autoridad monetaria opta por avanzar con una política contractiva que está llevando las tasas de interés a las nubes. Una vez más parece caerse en el error de pensar que sólo con una tasa de interés elevada se puede domeñar un fenómeno sumamente complejo y multicausal.

Continuar obstinadamente por este camino va a afectar el desenvolvimiento de la actividad económica y va a contribuir a profundizar el atraso cambiario, que ya viene provocando un fuerte desequilibrio externo, con un déficit comercial que superó los 5.000 millones de dólares en los primeros 9 meses del año. Todo esto sin tener un efecto significativo sobre la tasa de incremento de los precios.

Hay que reconocer, sin embargo, que la inflación es un fenómeno cuya solución presenta dificultades particulares en nuestro país. Basta decir que sólo en 13 de los últimos 70 años fue menor a los dos dígitos. Como señalamos en nuestra editorial de octubre del año pasado, días después de que se anunciaran las metas, “la lucha contra la inflación no es una tarea de una sola persona, una sola institución o un solo instrumento de política económica. Huelga decir que en un país como el nuestro se trata de una misión muy difícil para la cual nadie tiene la fórmula infalible. Pero, indudablemente, una solución exitosa y perdurable del problema exigirá un esfuerzo fiscal más decidido por parte del Gobierno, una mayor predisposición al diálogo y a la posibilidad de forjar acuerdos, tanto de los autoridades políticas como del resto de los dirigentes sindicales, empresarios y de la oposición, y más paciencia y vocación para comunicar a la sociedad la importancia de llegar a buen puerto en este ámbito por parte de los responsables de la política económica”.

Esperemos que se aprenda de las lecciones del pasado y que no se intente aplicar soluciones de manual a realidades sociales de suma complejidad.

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