Una pieza más en un complejo rompecabezas
Ciertamente, el acuerdo que el Gobierno alcanzó con los fondos buitre y que pone la solución a este prolongado conflicto al alcance de la mano, nunca puede ser un motivo de festejo. Terminar cediendo, tras más de 14 años, a las exigencias de un puñado de especuladores que se aprovecharon de la desesperación de los […]

28 Mar, 2016

Ciertamente, el acuerdo que el Gobierno alcanzó con los fondos buitre y que pone la solución a este prolongado conflicto al alcance de la mano, nunca puede ser un motivo de festejo. Terminar cediendo, tras más de 14 años, a las exigencias de un puñado de especuladores que se aprovecharon de la desesperación de los bonistas tras la cesación de pagos del país no es el mejor final para esta historia. Pero hay que aceptar que este resultado no es el producto de una decisión apresurada e irreflexiva de las autoridades actuales, sino de un largo proceso plagado de errores que se pueden remontar a las propias condiciones de emisión de los bonos que en pocos días se terminarán de cancelar.

Pero si bien el acuerdo no es un motivo para el festejo, es bienvenido que la administración haya podido insertar esta pieza esencial en el complejo rompecabezas económico que le dejó la gestión anterior y que viene intentando resolver.
Para ello, el Gobierno ha planteado una estrategia que, respondiendo indudablemente a la lectura política que hace de la situación, pone el énfasis en uno de los grandes problemas de la economía que es restablecer la rentabilidad esperada de los sectores más dinámicos. Ha avanzado en esta dirección a través de la devaluación y la eliminación de las retenciones, de la solución del conflicto con los holdouts-que debería provocar una caída en el costo de financiamiento en dólares del sector privado-, y de un clima de negocios más favorable y previsible. Ha dejado para más adelante la solución de otro de los grandes problemas que presenta la economía, por su gran efecto desestabilizador, que es el enorme déficit fiscal. Busca contener este efecto desestabilizador a través del acuerdo con los fondos buitre y el acceso al financiamiento internacional que éste puede brindar. Con esta estrategia pretende limitar el inevitable costo político, de modo tal de hacerlo más manejable.
Será esencial ver el curso de las negociaciones salariales y el accionar posterior de las autoridades para ver cuál es el grado de convicción y la predisposición para tolerar la reacción de los sectores perjudicados por el esquema elegido. Un termómetro, en este sentido, será lo que suceda con el salario real. Si logran completar el 2016 con una retracción del 5% o más en el mismo, mostrarán lealtad a su libreto y habrá motivos para mantener la expectativa.
Abundan las personas, fuera y dentro del Gobierno, que están ansiosas y hasta decepcionadas por el ritmo que vienen teniendo las reformas, pero lo cierto es que nadie puede saber de antemano cuál es la estrategia que mejor cumple con las restricciones políticas y económicas que existen. Aquella estrategia que puede parecer más apropiada en lo económico puede violentar las limitaciones políticas y viceversa. La nueva administración está jugando sus cartas con la legitimidad que el voto popular le otorga, y si, al menos, logra generar las condiciones para evitar la crisis que acecha al final del camino ya se puede considerar exitosa.

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