Vamos a una brecha cambiaria cada vez más alta
La actividad se mantiene firme y así se espera que siga hasta fin de año. Esto ocurre por malas razones: la aceleración de la inflación que se ha vivido en estos meses ha impulsado la demanda a fuerza del intento de desprenderse de moneda doméstica. Para los próximos meses es esperable que este comportamiento se […]
Dólares

18 Oct, 2022

La actividad se mantiene firme y así se espera que siga hasta fin de año. Esto ocurre por malas razones: la aceleración de la inflación que se ha vivido en estos meses ha impulsado la demanda a fuerza del intento de desprenderse de moneda doméstica. Para los próximos meses es esperable que este comportamiento se acentúe. De aquí a fin de año habrá momentos en los cuales el salario recupere lo perdido contra la inflación y viceversa.

En el medio de ese contexto, el Gobierno seguirá en su disyuntiva de qué hacer con el tipo de cambio. Cuando el banquero central tiene que salir a aclarar que no habrá una brusca devaluación significa que la percepción de atraso cambiario se ha vuelto cada vez más clara. No obstante, es entendible lo dubitativo que se muestra el gabinete económico en este punto: devaluar acelerará la inflación, pero no es más que anticipar lo inevitable. Ese miedo a experimentar las consecuencias de acomodar el tipo de cambio oficial en un nivel más elevado paraliza y el resultado será una brecha cambiaria cada vez más alta.

Los fundamentos para un tipo de cambio más alto se expresan, por el lado monetario, como el exceso de pesos sobre las reservas, algo que se puede chequear mirando el balance del BCRA. Pero también hay indicios de que se necesita acomodar el tipo de cambio real. El atraso relativo en la productividad del sector transable (respecto a los no transables) hoy está en la demanda reprimida de importaciones. Esa falta de holgura para liberar la demanda de importaciones tendrá que ser administrada aún más en el último trimestre del año. Sucede que ni el flujo de exportaciones ni el stock de reservas permiten una bocanada de aire en este frente.

Dólares y pesos argentinos

Así, y aunque la economía opera con los términos de intercambio más altos de los últimos 35 años, se siente la falta de conexión con el mundo ya no solo en la cuenta financiera sino también en las transacciones de la cuenta corriente.

Sobre esa economía es que el ministro Sergio Massa debe hacer un ajuste fiscal que implicará más descontento social. No nos preocupa tanto el freno sobre la actividad de este ajuste, sino la desigualdad que va a provocar en un contexto de inflación que navega a un ritmo mensual superior al 100%. Desigualdad que se expresará en más conflictividad y más reclamos por asistencia.

Sobre ese clima es que se empieza a proyectar el final del 2022 y 2023, y es impensable que la demanda de inversión pueda resucitar de aquí a un año, menos aún bajo la perspectiva de un cambio de gobierno. La economía funcionará a fuerza de consumo forzoso. El problema con esto es que se traduce en un atraso relativo al resto del mundo que se sentirá en los próximos años.

Es decir, la falta de acumulación de capital significará posponer consumo, pero también crecimiento en el futuro. Aún en los próximos meses que la demanda agregada estará en alza por los anabólicos de la inflación, se sentirá cierta desazón por la falta de certidumbre que implican los niveles de inflación actual, ya que la sociedad, en algún punto, no reclamará crecimiento, sino estabilidad.

Entrevistado: Guido Lorenzo, director de la consultora LCG
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